
Frente a un entorno que los arquitectos consideran carente de «características especiales» y «pre-existencias vegetales ni construidas» plantean un objeto autónomo y ensimismado, posado en el centro geométrico exacto de la parcela, en el que todo el esfuerzo de diseño se vuelca en la estructura y el sistema constructivo: un cuadrado dividido en cuatro partes idénticas, una Maison Dom-ino ocupada por cajas aisladas que albergan los espacios habitables.
Un planteamiento tan académico me plantea varias preguntas:
- ¿Por qué partir de un cuadrado exacto?
- ¿Por qué todas las crujías estructurales son idénticas?
- ¿Por qué los volúmenes habitables que ocupan esta estructura tienen que ocupar exactamente el 50% de la superficie?
- ¿Por qué se obvia un problema tan fundamental de la vivienda suburbana como es el estacionamiento?
- ¿Por qué no hay ninguna jerarquía de accesos ni transición en la entrada y se prescinde del vestíbulo?
- ¿Por qué no hay tampoco jerarquías espaciales interiores y el baño común y la escalera dan directamente a la sala?
- ¿Por qué la radicalidad no se lleva al extremo y se plantea que los cerramientos de vidrio puedan abrirse en su totalidad como en aquella obra de O’Gorman a la que vagamente evoca?
- ¿Por qué la supuesta indiferencia ante el entorno se contradice con esa tímida plantación perimetral que pretende aislar a la casa de los vecinos?
- ¿Por qué en un clima tan benigno, se renuncia a plantear espacios exteriores y de transición y se eleva el nivel de planta baja dificultando el uso del jardín?
- ¿Por qué se renuncia a la intimidad propia de la cultura mediterránea y se plantea una vivienda «rayos X» propia de esas puritanas culturas centro-europeas en las que todo se muestra porque no hay nada que ocultar?
Esta construcción ubicada en la Costa Brava pero con un diseño propio de otras latitudes y culturas, me plantea una última pregunta:
- ¿Por qué inconscientemente he evitado utilizar en este texto la palabra casa?
No tienes ni idea de nada.