
Hace ya unos cuantos años, en una conocida librería del Raval, me llamó la atención un pequeño libro de extraño título- “Cirugía de casas”-, y de un autor del que nunca había oído hablar -Rodolfo Livingston- pero que iba por la décimo segunda edición. La curiosidad, una ojeada a la introducción, lo personal del enfoque -con capítulos con títulos como “Faltan techos, sobran paredes”, “Las modas pasan…las casas quedan”, “Arquitectura cáscara contra arquitectura objeto”- y, para que negarlo, su asequible precio acabaron de convencerme de apoquinar y llevármelo a casa.
Ya en su día me pareció una lectura de lo más recomendable para arquitectos y gente que tenga que vérselas con ellos y creo que la actual coyuntura lo vuelve todavía más necesario. A los primeros, puede enseñarles que, a veces, el mejor servicio que se puede dar a un cliente puede ser un simple consejo o unas directrices sobre intervenciones mínimas que él mismo puede llevar a cabo, pero que dicho servicio debe cobrarse (y, lo más interesante, explica cómo hacerlo). Para los segundos pensó el título alternativo del libro (“Como defenderse de los malos arquitectos”) y su lectura puede ayudarles a aclarar conceptos, definir con claridad sus necesidades y no dejarse embaucar.
El libro proporciona un antídoto poderoso contra esas casas de papel couché en la que el habitante parece molestar y, con palabras sencillas y ejemplos cotidianos que incluyen las transformaciones que tuvo que hacer en casas “de diseño” para hacerla habitables, transmite un importante mensaje humanista. Hay que olvidarse de “enfatizar volúmenes”, “acusar texturas” o “balconear” (con esto no sé muy bien a que se refiere pero me encanta la palabra) para centrarse en lo importante: mejorar la vida de las personas.
Puede parecer una ambición modesta, en contradicción con “la gran arquitectura” obsesionada con la innovación formal y/o tecnológica. Algunas intervenciones pueden parecer “feas”, como las vulgares fotos que las ilustran, pero es que su objetivo no es la belleza, sino la felicidad de sus usuarios.
Nota 1:
El autor, deseoso de compartir su experiencia, ofrece la descarga gratuita del libro en su página web:
http://www.estudiolivingston.com.ar/
Nota 2:
Comparto su constatación de que “el Neufert” (también conocido bajo el pomposo título de “El Arte de Proyectar en Arquitectura”), pese a no ser jamás mencionado, es probablemente el libro de mayor –y más perniciosa- influencia en el diseño de viviendas “modernas”, ya que su catálogo de dimensiones mínimas acabó convirtiéndose en un estándar. Como dice Livingston: “El comportamiento humano, esencia misma de la arquitectura, no se compone de medidas, sino de escenas; más que de escenas, de ceremonias. Hacer el amor, comer en familia, bañarse, entrar en una casa, y cocinar, ocupan un espacio físico, es cierto, pero ocupan también el espacio psicológico en el que siempre se desenvuelven nuestras ceremonias cotidianas. Y de esas ceremonias está hecha la vida.”












“Acciones en casa” de Bestué y Vives (pese a incluir piruetas, inundaciones y electricidad) me produce justo el sentimiento contrario- cruzar el salón sin pisar el suelo, disfrazarse de pared, montar una fiesta de generación perdida, camuflar comida, hacer una fuente con cacharros de cocina, conseguir que los muebles de ikea hablen desapasionadamente en sueco, hacer un espectáculo dadaísta con ejercicios de fonética arquitectónica…- ¡Que edificantes ocupaciones para una aburrida tarde de domingo!








