Tras una semana escuchando en bucle “Flesh of My Skin, Blood of My Blood” de Keith Hudson, noto ese cosquilleo infrecuente y maravilloso que sientes cuando un género o artista que creías conocer vuelve a atraparte con la misma fuerza que cuando se te abrió ese mundo musical por primera vez.
Atesoraba ya sus míticos “Pick A Dub” -uno de los discos más celebrados del género dub- y “Studio Kinda Cloudy” -una excelente colección de sus producciones editada hace ya bastantes años por Trojan- y sabía que Virgin había en su día intentado convertirlo en el próximo Marley, pero jamás sospeché que su trabajo como músico mereciese ser investigado más a fondo y mucho menos que pudiese superar sus tejemanejes en la mesa de mezclas. Craso error.
Acompañado de algunos de los mejores músicos de la isla -Augustus Pablo (harmonica), Earl Chinna Smith (guitar), Leroy Sibbles (bajo), Santa Davis (drums)-, y de los maravillosos coros de Candi McKenzie , el “príncipe oscuro del reggae” (y dentista a tiempo parcial) consiguió parir durante un exilio voluntario en Londres este alucinante híbrido musical con vagos toques blues, funk y hasta country. Un reggae moderno, extraño, oscuro y alejado de las sobadas fórmulas del género.
Media hora de excelente música -la única “castaña” es la versión del “I shall be released”- que recomiendo sin reservas a cualquier aficionado al género.