Pocos meses antes de cerrar, la fabulosa tienda barcelonesa «Planet Music» empezó a saldar sus discos de blues y jazz. Conseguí bastantes joyas a muy buen precio (el vinilo de «In a Silent Way«, una recopilación de Fletcher Henderson para Smithsonian, la caja de Specialty records y otra de 3 lps en directo de Eric Dolphy…) pero ninguna que me marcase tanto como los tres volúmenes de «The Greatest in Country Blues» que me llevé a tres euros la pieza.
Por aquel entonces creía tener cierta familiaridad con el blues, gracias a un puñado de discos que había en casa de mis padres (el «Fourth and Beale» de Furry Lewis, otro de John Lee Hooker en Vee Jay y una historia del blues de CBS), a un tío melómano (que nos había acercado al blues blanco -John Mayall, Eric Clapton, Rory Gallagher, Johnny Winter…- y a los clásicos re-descubiertos en los 60), a mi hermano Alexo (que se trajo unas excelentes cintas de Blind Wilie McTell y Sleepy John Estes de su año de intercambio en EE.UU), y a mi propia curiosidad (que me había llevado a agenciarme discos de Robert Johnson, Muddy Waters, Howling Wolf o Lightining Hopkins).
Pero cuando puse aquellos tres discos, se me abrió un nuevo mundo. Sonidos que parecían venir no ya de otro tiempo sino de otra galaxia –el demonio llevándose a la mujer de Skip James, la oda al metílico casero de Tommy Johnson, el obsesivo triángulo que puntua el «Honey in the Rock«, las voces alucinadas de William y Versey Smith describiendo el hundimiento del Titanic, el mágico y trascendente «Dark was the Night» de Blind Willie Johnson (más…)