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¡Democracia!

El breve ensayo “¡Democracia!” de Paolo Flores d’Arcais (Galaxia Gutemberg, 2013) sostiene que la lucha contra el “capitalismo sin democracia” en que vivimos no pasa por inventar un nuevo programa de cambio social sino por seguir hasta sus últimas consecuencias el pisoteado principio básico de “una cabeza, un voto”.

Para ello, es imprescindible desenmascarar  incansablemente los sucedáneos que constantemente intentan suplantarlo: “una bala, un voto”, “una moneda, un voto”, “una falacia, un voto”, “un show, un voto”, o “una bendición, un voto”, tarea a la que dedica buena parte del libro.

Democracia_Paolo Flores D'arcaisLa democracia es “la revuelta permanente y jamás satisfecha para acercarse a la democracia”, a esos mínimos que el autor resume en “…no consentir que la ley sea más igual o menos igual para alguien que para los demás, el compromiso con un bienestar social que permita una igualdad de oportunidades iniciales, el respeto hasta la devoción por las modestas verdades de hecho y la exigencia inflexible de una información que les rinda culto, la práctica obstinada del espíritu crítico para perseguir un iluminismo de masas, el rigor de una laicidad que sea por tanto indistinguible del laicismo, la hostilidad siempre alerta ante cualquier privilegio que no pueda exhibir patentes de utilidad general argumentadas, la perseverancia cotidiana en la promoción del ethos republicano…”.

El poder de los sin poder” nunca se consigue definitivamente. Es una lucha en la que cada día hay que “poner nuestro grano de arena para evitar dejar el campo libre a los prepotentes del sistema”. En eso consiste ser ciudadanos.

Para D’Arcais, hasta que la derecha se comprometa con la igualdad y contra el privilegio de la riqueza, la verdadera democracia sólo podrá ser “de izquierda”. De una izquierda fiel al ideal de “justicia y libertad”, no las “izquierdas traicionadas” de la URSS de Stalin y Brezhnev -que coqueteaba con el fascismo- o de la Inglaterra de la era Blair, cuando un elector inglés sólo podía realmente elegir entre dos derechas.

Ante el pesimismo generalizado de la izquierda, reconforta pensar que la solución a sus males –y los nuestros- no está por inventar sino que se encuentra en el respeto a aquellos mismos principios que permitieron a Thomas Jefferson -mucho antes de que sus sucesores los traicionasen al meter a Dios en el juramento (“under God…”) y en la moneda (“In god we trust”)- fundar la primera democracia moderna.

Nada hay tan original como ir al origen, nada tan radical como ir a la raíz.