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La edad de oro 1 (adolescencia)

La analogía biológica aplicada a las artes (nacimiento- desarrollo-esplendor-decadencia-muerte) es un esquema reductor que señala un período concreto como el período “clásico” de una disciplina.

En el caso de la música popular, dicho período tiende indefectiblemente a coincidir con la adolescencia del escriba u oyente de turno. Para algunos no hubo momento más excitante que los inicios del rock´n´roll, para otros nada iguala “la década prodigiosa”, la energía del punk, el olor a espíritu juvenil del grunge o los inicios de la cultura rave.

La música es para muchos algo asociado a la juventud, las fiestas y las reuniones con amigo;  un entusiasmo compartido que une al grupo. Por eso, la mayoría deja de preocuparse activamente por ella cuando sienta la cabeza: el trabajo, los niños… ¿a quién le queda tiempo (y/o dinero) para invertir en música?

Quedan dos vías para ordeñar ese mercado:

La primera, esos repentinos raptos nostálgicos que permiten rentabilizar las giras de regreso de los grupos que triunfaron en su adolescencia (hombres g, por poner un ejemplo) o, peor, los musicales en que se recrean éxitos de antaño (mamma mia, por poner otro).

La segunda, exprimir a aquellos que todavía compran música como homenaje a su fijación adolescente con algún determinado artista (pasa mucho con springsteen y U2). Gente que pasa religiosamente por caja con cada nuevo lanzamiento del artista de marras o paga sin pestañear (ahora  tal vez pestañeen un poco) la morterada necesaria para verlos en el camp nou. Son el target ideal de esas infladas ediciones de-luxe que tanto se llevan ahora, con las que las discográficas intentan venderte lo mismo por tercera vez (lp, cd, edición “de luxe”). ¿De verdad alguien escucha los discos de rarezas que, en teoría, justificaron la inversión?

En las sabias palabras de la abuela de un amigo querido- refiriéndose a nuestra incorregible manía de salir por la noche-  ambas vías me parecen “una pérdida de tiempo, dinero y categoría”. Para mí, hay buena música en todas las épocas y está por todas partes: en la red, en la banda sonora de una película, en un anuncio…sólo hay que abrir las orejas y, cuando se presenta, no dejar que se escape.*

* aún lamento no haber preguntado cual era la maravillosa música hawaiana que acompañaba una de las animaciones de Kentridge en la retrospectiva del Macba de hace años.