La modernidad se llevó “el ornamento” y nos hizo olvidar que muchos de los elementos que ahora percibimos como adornos nacieron para resolver una transición entre elementos o materiales o para disimular irregularidades y defectos de construcción.
Esta vieja idea aparece formulada de un modo mucho más hermoso -más sencillo, más concreto, más poético- en el entretenidísimo libro de conversaciones con Federico Correa que publicó Tusquets hace unos meses:
“Lluis Clotet: …recuerdo tus discursos defendiendo el uso de visillos y cortinas, absolutamente barridas de cualquier ambiente moderno, porque eran eficaces elementos que protegían del deslumbramiento, de la intimidad y de las corrientes de aire que dejaban pasar las ventanas. O la alegría el día que descubriste que los flecos de las cortinas eran en realidad un zócalo flexible que resolvía que suelo y guía no fueran perfectamente horizontales.”