Etiqueta: Vaquero Palacios

Tiempo vs. Lugar

 

Santiago Mercado de Abastos

“La arquitectura siempre es la expresión espacial de la voluntad de una época. Hasta que no se reconozca con claridad esta sencilla verdad no podrá dirigirse con acierto y eficacia la lucha por los fundamentos de una nueva arquitectura (…) Por consiguiente, es un esfuerzo vano intentar que el contenido y las formas de épocas arquitectónicas anteriores sean útiles para nuestro tiempo”

Mies Van der Rohe

Existe una arquitectura sobre la que las historias convencionales pasan de puntillas porque – al renunciar a hacer de la expresión de su tiempo su principal preocupación- tiene un encaje problemático en el relato de los vencedores que precisamente hicieron bandera de la tabula rasa y la expresión de “la voluntad de una época”.

Una arquitectura diplomática que confía más en la evolución que en la revolución y que, a diferencia del punto de vista dominante que Mies expresa elocuentemente en la cita que abre este texto, sí encuentra provecho en el estudio de las formas y contenidos del lugar donde se ubica.

Una arquitectura que valora más lo que nos une a los que nos han precedido -compartir un lugar- que aquello que nos separa -vivir en épocas diferentes- tal como lo expresó hace ya más de cien años Asplund:

“Un pintor que quiera pintar, por ejemplo, un paisaje con una cabaña roja en una pradera verde, y que por tanto intente crear una ilusión, añade un poco del verde de la pradera sobre el rojo de la cabaña y así consigue que la cabaña surja con suavidad de la naturaleza. De la misma forma puede el arquitecto hacer que un edificio de nueva construcción parezca haber surgido naturalmente de su entorno, tomando prestada la escala, los materiales, la forma de construir y el estilo de los edificios que lo rodean. (…) ahora parece que deba utilizar el estilo arquitectónico de moda –independientemente del entorno y las tradiciones- para por nada del mundo quedarse atrás en la “competición arquitectónica”. Se olvida que es más importante seguir el estilo del lugar que el estilo del tiempo

Una arquitectura que al estar dispuesta a “contaminarse” -a adoptar la escala, los materiales y la composición de sus vecinos, resulta especialmente adecuada para intervenir en edificios o lugares con una larga historia.

Una actitud sanamente ecléctica que también transitaron destacados arquitectos, como Henri Sauvage o Auguste Perret –de los que luego se apropiaría la modernidad destacando únicamente la parte de su obra que se ajustaba a su relato triunfal- y que permitió, por poner un ejemplo más cercano, a Vaquero Palacios proyectar en los años 40 el mercado de abastos compostelano de tal manera que el paseante distraído lo percibe como una parte integral del casco histórico, como si siempre hubiera estado ahí, hasta el punto de que, sin dejar nunca de servir al ciudadano, se ha convertido en un auténtico monumento civil y el segundo lugar más visitado de la ciudad.

Es también la actitud del propio Asplund en la ampliación del ayuntamiento de Goteborg, de Gardella en la Giudecca veneciana, de Gallego Jorreto frente a la colegiata coruñesa, o de Zumthor en Versam.

Representa, evidentemente, lo opuesto al Pompidou, al MACBA, al horrible guiño de Toyo Ito a Gaudi en el paseo de Gracia, a la ola solidificada de Grimshaw en A Coruña y a tantas y tantas intervenciones que buscan destacar y contrastar en vez de tomar prestadas del entorno los atributos que le permitirán surgir con naturalidad de él.

No tiene nada que ver con eso que algunos llaman “estilo remordimiento” o “estilo comisión (de Patrimonio)” que consiste -según Juan Diez del Corral, que lo etiquetó a su vez como “estilo disimulo”-en que “sea como fuere la planta, el sistema constructivo, el uso o las pretensiones del nuevo edificio, la fachada tiene que hacer como que se parece a los edificios del entorno o, incluso, a los edificios que sustituyó” como estipulan tantas ordenanzas de cascos antiguos- inspiradas en el ejemplo de Moneo y Solá Morales en la rúa Vieja de Logroño- que jamás habrían permitido edificar algunos de los ejemplos señalados.

Tampoco está relacionada con esa manía contemporánea de replicar edificios desaparecidos que tan bien ejemplifica la demolición en Berlín del Palacio de la República para volver a construir un nuevo edificio con la fachada del antiguo Palacio Real que la RDA había volado por sus connotaciones monárquicas.

Porque esta arquitectura -para evitar caer en el “falso histórico”, el pastiche o el simulacro- debe atender al lugar sin negar su tiempo. Debe admitir al menos dos niveles de lectura: fundirse en el entorno en una visión lejana o con los ojos entornados para revelar, en una visión más cercana y atenta, su carácter contemporáneo.

Bibliografía:

Erik Gunnar Asplund. “Peligros arquitectónicos actuales para Estocolmo” 1916 en “Escritos 1906/1940” (El Croquis, 2002)

Mies Van der Rohe. “Arquitectura y voluntad de época”, 1924. En “La palabra sin artificio” (El Croquis, 1995)

Juan Diez del Corral- “Estilo Disimulo” (LHD nº 20, mayo de 2006. )

Ascensión Hernández Martínez- “La clonación arquitectónica” (Siruela, 2007)

Museo das Peregrinacións

Museo peregrinacións (alzado Platerias)

Hace cosa de año y medio asistí a una conferencia de Manuel Gallego en el Colegio de Arquitectos de Barcelona en la que, al hablar de su proyecto de remodelación de la antigua sede del Banco de España en la compostelana plaza de Platerías como nuevo Museo de las Peregrinaciones , se refirió insistentemente a lo feo que era el edificio y a cuánto lamentaba haberse visto obligado a respetar su fachada.

Es cierto que se trata de un edificio sin excesiva gracia y torpemente resuelto tanto en el aspecto topográfico-la plataforma horizontal de acceso genera un desnivel respecto a las calles circundantes que rompe la continuidad del suelo – como en la titubeante solución de la planta baja -en la que su evocación de los soportales de la rúa do Vilar no acaba de decidirse entre los pilares de su vano central y el masivo muro perforado de las esquinas-.

Y ,sin embargo, tenía una virtud nada desdeñable que compartía con el magnífico Mercado de Abastos que construyó Vaquero Palacios en la misma década de los 40: su voluntad de fundirse en el entorno y desaparecer. Hace muchos años pregunté a un amigo de que época pensaba que era el mercado y me contestó con su aplomo habitual: “Es muy viejo, muy viejo…por lo menos del siglo XI”. Para el ojo no entrenado de los millares de personas que pasan por allí cada año también la sede del banco era un edificio más del casco histórico. Era vulgar, anónimo, invisible.

Museo peregrinacións (foto Manuel Gonzalez Vicente)Pero una cosa es que el edificio, en su modestia, respondiese muy dignamente al difícil reto al que se enfrentaba y otra, bien diferente, es pensar que pueda merecer la pena conservar un fragmento y monumentalizarlo. No suele ser una buena idea.

La decisión de conservar su fachada principal condicionó totalmente el proyecto de Gallego Jorreto. Tengo serias dudas de que, de haberse visto en el brete de construir la fachada a la fabulosa plaza de Platerías, hubiese optado por la ligereza de los vidrios y paneles metálicos que sí se atrevió a disponer en la fachada de la calle de la Conga, una vez el peliagudo problema de la integración urbana y la representatividad quedaba resuelto por esa preexistencia que tanto parece despreciar.

Pero, a la vez, con esta solución de compromiso nos hemos quedado sin la oportunidad de ver cómo uno de los grandes arquitectos del país se enfrentaba en plena madurez al reto más difícil de su carrera. El riesgo era grande pero, personalmente, opino que habría salido airoso y en lugar de una posible obra maestra tenemos un extraño apaño que no satisface ni a los tradicionalistas a ultranza -que imagino detestarán la fachada de paneles-, ni a los modernos irreductibles -que habrían deseado que esa solución constructiva fuese también la de la fachada principal-, ni a los que confiamos en que, de haber tenido la oportunidad, Gallego habría conseguido un edificio a la vez contemporáneo y bien integrado sin una falsa careta “de época” y sin ese alambicado diseño del encuentro entre lo nuevo y lo falsamente viejo que tan elocuentemente revela su repulsión por el edificio existente