Categoría: exposiciones

El maravilloso mundo de Alexander Girard

Antes de disfrutar la excelente exposición del museo Franz Mayer, apenas conocía de Girard las hermosas figuras en madera pintada que vende VITRA. Ahora lo considero uno de los grandes diseñadores del pasado siglo.

Al pasear por las salas van desfilando ante tus ojos: el estudiante italiano en Escocia que creó su propio mundo de fantasía (la república de Fife), con sus blasones, sus sellos, sus monedas, sus mapas y sus tipografías; el joven arquitecto autor de algunas inolvidables casas en el área de Detroit; el coleccionista de ojo infalible que logró acumular más de 100.000 piezas de arte popular y organizó algunas de las mejores exposiciones sobre el tema; el diseñador de tejidos de Herman Miller capaz de crear inolvidables patrones para los muebles de los Eames (y para los menos conocidos pero muy apreciables diseños propios); el interiorista capaz de diseñar un restaurante desde la arquitectura hasta el mobiliario, la vajilla, las cerillas y los azucarillos; el diseñador de la delirante imagen corporativa de la aerolínea texana Braniff (incluidos los uniformes) y el bohemio retirado en una maravillosa casa-museo tradicional de Santa Fe (Nuevo México).

Terminas el recorrido boquiabierto por el talento y la arrolladora creatividad de un artista total que embellecía, alegraba y mejoraba todo lo que pasaba por sus manos. Si tienen ocasión de ver esta exposición, no se la pierdan.

Valerio Olgiati en San Ildefonso

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El enorme Colegio de San Ildefonso estaba prácticamente vacío y el granizo caía con furia acumulándose en los claustros.

Nos reciben en el centro de la sala 10 una procesión de hermosas maquetas blancas apoyadas sobre ligeras patas de acero negro, en las que el espacio interior de cada edificio emerge telescópicamente del volumen exterior convirtiendo la comprensión de la relación entre ambos en un artificioso juego que obliga al espectador a deslizar mentalmente el interior de nuevo dentro de su envolvente.

En una pared, una breve ficha con datos básico sobre cada proyecto; en la de enfrente, dos pequeñas fotografías en blanco, negro -y mucho gris- de la obra terminada, acompañadas de crípticas plantas y secciones saturadas con sugerentes texturas -que las convierten más en láminas artísticas que en una representación de cómo se desarrolla el programa funcional o cómo se construye cada edificio- y que sugieren un mundo de ricos acabados y pavimentos que contradicen la frialdad y dureza abstracta de las fotografías en la que vemos espacios irreales modelados con un único material, maquetas de cartón pluma –u hormigón- construidas a escala 1:1.

Sin ninguna referencia al contexto o al habitante, los objetos flotan ajenos a cualquier tiempo o lugar concreto, como si una de aquellas fantasías arquitectónicas de Boullée hubiese viajado en el tiempo, jibarizada, cambiando sus cúpulas y bóvedas de cañón por cubiertas a dos aguas, como si la impenetrable caja de un artista minimalista hubiese crecido hasta permitir el acceso a su interior, o como si el fragmento de un dibujo de Rossi se hubiera de repente materializado perdiendo su color.

Un ejemplo perfecto del arquitecto como artista creador de bellos objetos ensimismados, pero no de la arquitectura como arte ya que no hay rastro alguno de los materiales con los que trabaja la mejor arquitectura: el ser humano, la intensificación o reparación del entorno. La vida.

100 años de diseño suizo

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La pequeña muestra “100 años de Diseño Suizo”  en el MAM de Ciudad de México –que reduce a la mínima expresión la magna exposición de Zurich de hace unos años- consigue transmitir, pese a su modestia, los valores que identificamos con el diseño suizo. La limpieza, la claridad, las formas y colores elementales rigen la producción industrial del país desde el diseño gráfico a la tipografía (helvética) pasando por los curiosos bloques de vidrio en forma de lágrima del siglo XIX,  los cubos de sopa Maggi, el reloj de la compañía ferroviaria nacional, las tumbonas de Zumthor para el balneario de Valls, los taburetes de Max Bill, la imagen corporativa de Swiss Air, el pasaporte nacional, unas hermosas botas de esquí de los años 60 que perfectamente pudieron inspirar las populares “pilotas” de Camper, los bolsos y mochilas de lona de Freitag o las inevitables navajas. Me gustó ver entre los objetos expuestos un reloj Lexxon como el que le regalé a Begoña hace unos años, un mantel que hemos comprado –y regalado varias veces- como producto oaxaqueño moderno pero que parece tener una inexplicada conexión helvética, y un inolvidable disc-man de los años 20.

La estética que se presenta no es intrínsecamente suiza, ya que comparte con cierto diseño centro-europeo de raíces puritanas el amor por la depuración formal y la poética de la industria -desde la Bauhaus hasta los míticos productos de Dieter Rams para Braun- pero la homogeneidad y la coherencia de valores que transmite la exposición se ajustan a las ideas preconcebidas que tenemos sobre el país (y, por cierto, su arquitectura). Todo es limpio, claro, impecable, ordenado y serio.

Una hermosa exposición que me plantea una inquietante pregunta. ¿Es posible pasar un  siglo sin la menor disidencia ni disonancia?

Moneo en la Barrié

MONEO en BarrieLa exposición retrospectiva sobre la obra de Rafael Moneo, que se muestra actualmente en la Fundación Barrié de A Coruña, es una ambiciosa muestra que recoge una selección de sus trabajos desde sus inicios –el curioso proyecto de centro emisor en la plaza del Obradoiro que le permitió ganar la beca de Roma en 1962- hasta su triunfo internacional tres décadas más tarde con obras como la catedral de Los Ángeles, el zoco de Beirut o el museo de Estocolmo; y evita ilustrar obras polémicas – como la desafortunada intervención en Ávila, el ayuntamiento de Logroño o la ruinosa residencia del embajador español en Washington- para presentar a la posteridad el legado canónico de este arquitecto. La oportunidad de ver dibujos legendarios –como la axonometría seccionada del museo de Mérida- y fabulosas maquetas de algunos de sus mejores proyectos (Mérida, L’Illa Diagonal), unida a la presentación de proyectos y concursos tempranos muy poco divulgados (Plaza de toros de Vitoria, ayuntamiento de Amsterdam…) justifican por si solos la visita.

Vista en conjunto, la trayectoria del arquitecto español más respetado internacionalmente muestra una constante lucha entre la defensa de ciertos valores intemporales (la seriedad, la solidez, el respeto al contexto y la tradición)  y el deseo de estar a la última participando activamente en las discusiones teóricas y tendencias internacionales de cada momento. El hecho de que su obra responda a sólidos postulados teóricos le ha permitido jugar un papel decisivo, tanto desde la docencia como desde el ejemplo que dan sus propias obras, en la transmisión y promoción de ese mesurado clasicismo moderno que ha caracterizado buena parte de  la mejor arquitectura española contemporánea, aunque su obra se haya alejado con frecuencia de él.

Rafael Moneo necesita explicar el porqué de sus obras, como demuestra el propio título de esta exposición “Rafael Moneo. Una reflexión teórica desde la profesión. Materiales de archivo (1961-2013)” o la publicación hace unos años de “Apuntes sobre 21 obras” donde cada proyecto le servía para explicar la aplicación de un concepto teórico (Urumea y “el tipo”, Bankinter y “la geometría de lo contingente”, Logroño y “los edificios como fragmentos de ciudad”…). El rigor académico que le ha permitido crear escuela  y -al minimizar los riesgos- asegurarse un alto porcentaje de aciertos, tiene como contrapartida la dificultad de construir obras que emocionen con la intensidad que lo hacen las de algunos otros arquitectos que se dejan guiar en mayor medida por el instinto y -conscientes de lo impúdico que resulta ventilar en público su poética personal- prefieren hablar únicamente a través de sus obras.

Nota:

Como contrapunto a las unánimes alabanzas, recomiendo leer a Juan Díez Del Corral, la única voz realmente crítica que he encontrado contra Moneo y su obra. A mi me ha hecho replantearme algunas cosas:

http://unavozenunlugar.blogspot.mx/2007/02/rafael-moneo-y-el-ayuntamiento-de.html

http://lhdjuandiezdelcorral.blogspot.mx/2007/04/moneo-un-amigo-lector-del-lhd-me-coment.html

Aberraciones

La sombra del peregrino en la plaza de la Quintana en Santiago d

Encontramos figuras en las nubes, caras en una pared manchada o la silueta de un monje en una sombra nocturna.

Piedra de Salamanca_Colección Calude Boulle

Rompemos las piedras para encontrar los maravillosos paisajes que ocultan. Argentea (1996-2009)_Jorge BarbiPero hace falta un artista para mostrarnos la multitud que se esconde entre los excrementos de gaviota.

Nota: El título se refiere al estupendo libro “Aberrations” de Jurgis Baltrusaitis que inspiró esta entrada. En él se analizan varias formas de “aberraciones” y “perspectivas depravadas” desde la fisionomía animal al diseño de ciertos jardines, pasando por estos paisajes pétreos o la inspiración vegetal de la arquitectura gótica. La obra “Argentea (1996-2009)” del artista Jorge Barbi, la conocí por la prensa a raíz de una exposición retrospectiva en el museo Marco de Vigo e intuitivamente guardé el recorte dentro del libro de Baltrusaitis.

Vibracións Prohibidas

El museo no es un lugar en el que esperemos encontrar música popular y, cuando aparece, suele ser como fondo sonoro de algún movimiento social o cultural más prestigioso (los beatnicks y el be-bop, “la transición” y “la movida”…), o como pura celebración gráfica (la estupenda exposición sobre portadas jazz del Pompidou/CCCB de hace unos años).

La exposición “Vibracións prohibidas”-de Xavier Valiño y Héctor Fouce- que pueden visitar actualmente en el Centro Galego de Arte Contemporánea de Santiago de Compostela, consigue aunar brillantemente ambas vías mostrando a través de las portadas de discos censurados la obsesión del franquismo por el control de la moral de la juventud.

Aunque arranca con un guión teatral al que la frenética aplicación del sello “Censurado” ha vuelto literalmente ilegible y un par de viejos carteles de cine, y termina con videos de los Beatles en las Ventas y el festival “Canet Rock”, el núcleo de la muestra es la comparación entre las portadas originales y su versión española.

Según avanza, pasamos de la sorprendente satanización de cosas tan inofensivas como el twist o Cliff Richard a la obsesión por el adulterio, la carne y las drogas.

¿Cuánto tiempo dedicaría el censor salido de turno a dibujar bragas y sujetadores en los centenares de diminutas fotos que empapelaban la habitación del pajillero que retrataban los Who en la carpeta interior de “Quadrophenia”?

¿O a encontrar un detalle obsceno de medio centímetro cuadrado en una portada de Zappa?

¿A quien se le pudo ocurrir que convertir a una mujer desnuda en un improbable centauro con culo de elefante podía resultar edificante para la moral de los jóvenes?

¿Como se puede llegar a considerar subversivo el puño alzado de la Estatua de la Libertad?

Estas y otras preguntas son las que plantea esta recomendable exposición que a través de un juego de agudeza visual (del tipo “Los ocho errores”/ ¿Donde está Wally?”) consigue ilustrar de manera amena el grado de podredumbre mental del régimen franquista.

Y si se prefiere hacer únicamente una lectura estética, podemos ver la diversidad de mecanismos gráficos que se usaron, que van desde la portada sin ilustración del “Beggar’s Banquet” hasta re-encuadres, pegatinas estratégicamente colocadas y en al menos un caso (el que convierte la ilustración en un puzle) una portada censurada que supera a la original.

Disfrútenla.

Souvenirs

A los primeros que vi hacerlo fue a los japoneses (aunque “Si hoy es Martes, esto es Bélgica” apunta a precedentes norteamericanos). Las vacaciones estaban tan comprimidas que disponían de una semana escasa para ver toda Europa.

Escindidos entre la imposibilidad de asimilar semejante caudal de información y el deseo de amortizar el viaje, optaban por fotografiarlo y/o grabarlo en video para, teóricamente, paladearlo a la vuelta; y en la práctica, someter a traición a los amigos a interminables y tediosas proyecciones tras la cena.

En un primer momento, debido al prohibitivo precio de la tecnología (revelar salía por un pico), el documento gráfico se limitaba a una foto de grupo ante cada monumento para demostrar que se había estado allí. Se seleccionaban las mejores, y se pegaban cuidadosamente en un álbum.

De repente, el advenimiento de lo digital, y el consiguiente abaratamiento de la tecnología, permitió documentar exhaustivamente la totalidad del viaje. Terabytes de fotos y videos a los que nunca se accedía acababan perdidos en los discos duros o en tarjetas de memoria de creciente capacidad.

Y ahora, no hacen falta ni cámaras. Basta el teléfono. Ni memoria física, está la nube. Se dispara, se comparte, y se va llenando el hiperespacio de eso que antes quedaba en la intimidad del hogar.

“Souvenirs”, la divertidísima exposición del gran fotógrafo Martin Parr en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, trata estos y otros temas relacionados con el turismo de masas y el coleccionismo, tanto de imágenes, como de souvenirs y otros subproductos. Funciona por acumulación:

Una colección de autorretratos tomados durante 20 años en esos decorados de cartón en los que al sacar la cabeza por un agujero apareces en un escenario surreal (la boca de un tiburón, entrenando kárate con Putin, de gondolero…), una muestra de su espeluznante colección de postales turísticas, la vivienda del coleccionista compulsivo Juanjo Fuentes (para mí lo menos interesante y traído un poco por los pelos), otra muestra de su colección de souvenirs relacionados con Sadam, Osama o Margaret Thatcher, o una selección de fotos en playas (desde las artificiales de un mall japonés hasta Benidorm).
Todo en surrealista tecnicolor pero real como la vida misma.

NOTA 1:

No puedo resistirme a poner una pequeña banda sonora, el “Souvenirs, souvenirs” de Johnny Halliday:

NOTA 2:

Para los de Barcelona, los domingos es gratis, y el resto de días si llevas un souvenir lo suficientemente hortera, también.

Para los de fuera, un breve video para que os hagáis la idea:

http://www.youtube.com/watch?v=MzQCDtxQnn4

(No) intenten esto en sus casas

En la tele de nuestra infancia antes de proceder a ejecutar un “más difícil todavía” que implicase explosiones, fuego, cuchillos y otros riesgos, solían advertir con voz engolada al espectador contra cualquier tentación de reproducir en sus hogares lo que estaban a punto de ver.

Acciones en casa” de Bestué y Vives (pese a incluir piruetas, inundaciones y electricidad) me produce justo el sentimiento contrario- cruzar el salón sin pisar el suelo, disfrazarse de pared, montar una fiesta de generación perdida, camuflar comida, hacer una fuente con cacharros de cocina, conseguir que los muebles de ikea hablen desapasionadamente en sueco, hacer un espectáculo dadaísta con ejercicios de fonética arquitectónica…- ¡Que edificantes ocupaciones para una aburrida tarde de domingo!

Como la mayoría de las cosas buenas, admite diversos niveles de lectura. Lo disfrutan tanto los niños (el mediático ronaldinho saliendo del televisor, jugarse la vida patinando sobre dos pastillas de jabón, el escatológico descuido de papel de váter…) como snobs de diverso pelaje concentrados en encontrar guiños culturetas (Schlemer, Nauman, Fluxus, los minimalistas…y tantos otros que no habré pillado). Con una factura cutre, marca de la casa (ver  “Acciones en el Universo” o el curioso libro “Formalismo Puro”) y que, para mí, alude al cualquiera-puede-hacerlo; utilizan el humor para “comentar” los últimos 100 años de arte sin salir de un típico piso del ensanche barcelonés (podía ser el de REC) y sirviéndose de cosas totalmente cotidianas.

Este video es la parte referida a la casa de un esquema más ambicioso que se ocupa de diferentes escalas de intervención (desconozco  “Acciones en Mataró” referida al espacio público y “Acciones en el cuerpo” referida al ídem) que culmina con la instalación “Acciones en el Universo”. Esta última está actualmente en la primera planta del Caixa Fórum de Barcelona y es una especie de “Túnel del Terror” de parque de a(tra)cciones que atraviesa una serie de once habitaciones que van desde “lo micro” hasta “la implosión” pasando por “el interior del cuerpo”, “el interior de la tierra”,”la superficie física”, “el universo”, “la perfección mental”, “la dialéctica”, “la realidad mental”, “el fin del mundo” y “la rotura” . El recorrido por tripas, figurillas de todo a 100, perfecciones y conflictos, piedras existencialistas, lámparas de mesa-soles, podredumbres y espacios acolchados inestables; acaba revelando que el universo de  Bestué y Vives, tal como muestran en  la precaria maqueta de la instalación, es un piso.

No recuerdo haberme divertido tanto en una exposición de arte contemporáneo.

Nota 1:

Parece ser (ver El Pais del 12/02/2012) que esta es su última obra juntos, en cumplimiento estricto de lo estipulado en su obra-contrato de 2006 en la que los dos artistas, uno hetero y el otro homo, se comprometían a cuando dicha obra/contrato se vendiese-tal como acaba de suceder- hacerse una felación recíproca, pese a que ello daría lugar a la inevitable fisura entre ambos.

Nota 2:

Enlace al video de «Acciones en casa» :

y a la web de los artistas:

http://www.bestuevives.net/