
La exposición y catálogo “Arquitectura sin Arquitectos” (1964) de Bernard Rudofsky nos legó una trascendente selección de imágenes de un mundo en desaparición en el que la naturaleza y el ser humano eran uno y nuestras construcciones tenían la naturalidad (y la complejidad) de un hormiguero, una tela de araña, un panal o una estructura fractal vista en un microscopio.
A partir de este precedente pionero, Julia Watson da un paso más al pasar de la muestra de riqueza formal de Rudofsky al análisis detallado de dieciocho casos particulares que le sirven para defender su vigencia en un mundo al borde del colapso climático y de la extinción de su biodiversidad.
Sostiene Watson que ha llegado el momento de superar la mitología de la tecnología que heredamos de la Ilustración –basada en el desprecio del conocimiento “primitivo”, la fe en el progreso indefinido, y la explotación de unos recursos que se suponían infinitos- y volver a trabajar con la naturaleza (sin pretender “conquistarla”) como tantas sociedades indígenas cuyas tradiciones –aunque fuertemente amenazadas- continúan vivas.
Su magnífico libro no es un tratado académico sino una llamada a la acción. Al analizar ejemplos correspondientes a todos los continentes (excepto Europa) y diversos tipos de hábitat (Montañas, Bosques, Desiertos y Humedales) el mensaje es claro y universal: en cualquier hábitat podemos aprender de los pueblos indígenas estrategias, lecciones y soluciones que nos ayuden a lograr un mundo más armónico y sostenible.
De las terrazas de arrozales balineses a las islas flotantes de los Uros; de los alucinantes (y kilométricos) acueductos subterráneos de los persas y los Malayalis a las milpas mexicanas, pasando por los jardines-gofre de los indios de Nuevo México, las increíbles estructuras vegetales abovedadas y flotantes de los Ma’dan o los puentes vivientes a prueba de monzón que ilustran la portada, este libro nos muestra la riqueza de un conocimiento afinado durante milenios de íntima convivencia entre el ser humano y su entorno y la importancia de no sólo preservarlo sino utilizarlo como base en nuestra relación con el medio.
Nota: Lo-TEK es un juego de palabra entre «Low Tech» (baja tecnología) y el acrónimo TEK (Traditional Ecological Knowledge/Conocimiento Ecológico Tradicional)