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¿Lo prefiere moderno o clásico?

Casas Av. Michoacán

Siempre que paso por delante de estas dos casas de la Avenida Michoacán, me pregunto por qué serán a la vez tan iguales y tan diferentes: Dos fachadas con una estructura calcada -con los huecos exactamente en la misma posición, con un balcón de igual longitud que vuela exactamente lo mismo, con una puerta de garaje de similar tamaño y posición relativa, con una puerta de acceso elevada los mismos peldaños respecto a la acera-  disfrazadas de Californiano-colonial la una y de Decó la otra. La una con sus rejas de historiadas volutas, sus tejadillos y sus (probablemente) falsas ménsulas; la otra con sus huecos sin marco, sus rejas de barras horizontales , su desnudez, y su atrevido color rojo.

¿Serían dos familiares que las hicieron a la vez con idéntico proyecto pero con atracción por lo contemporáneo uno y por lo tradicional el otro? ¿Se construirían las dos en estilo “decó” pero una de ellas se modificó posteriormente al hartarse el propietario de su desnudez (como sucedió en el barrio en Pessac de Le Corbusier)? ¿Serán en realidad dos proyectos totalmente independientes en el tiempo cuyos arquitectos llegaron a una distribución idéntica al analizar la parcela y las necesidades de sus clientes?

Cualquiera de esas opciones es posible pero, lo más interesante del asunto, es que la misma coexistencia pared con pared de estas dos casas tan iguales y tan diferentes cuestiona esa idea de que lo moderno no era un estilo sino la consecuencia de una determinada visión espacial y material, una concepción integral de la que la fachada era  un resultado poco menos que automático.

La ilustración más simpática (y desvergonzada) que conozco de esta misma idea – que la fachada es mucho más independiente de la planta de lo que normalmente se admite- es el proyecto no construido de Can Cubell (1970-1971), una urbanización que Elías Torres, José Antonio Martínez Lapeña y Xumeu Mestre intentaron disfrazar de poblado ibicenco tras el rechazo del promotor a su inicial propuesta “moderna”.

Can Cubell_jamlet

 

 

¡Gracias, Maestros!

jamlet

La concesión del Premio Nacional de Arquitectura 2016 al estudio Martínez Lapeña-Torres ha supuesto una de las mayores alegrías de un año difícil. No sólo porque ahí pasé cinco cruciales años en los que aprendí buena parte de lo que sé de este oficio sino porque es un premio merecidísimo a dos de los más grandes arquitectos del país. Un premio a una trayectoria coherente y singular, que abarca con maestría todas las escalas de proyecto (desde el adoquín Palma hasta la gigantesca plaza del Fórum de las Culturas, pasando por exquisitas intervenciones en el patrimonio y el paisaje o maravillosas viviendas mediterráneas); a una arquitectura que nació en una época de escasez y que, por ello, tiene un gran respeto por lo existente y se manifiesta siempre con delicadeza y modestia de medios; a una arquitectura culta –conocedora de la historia y de los oficios en extinción- e intemporal.

Ojalá este premio traiga nuevos encargos a la altura de su talento. Siempre me ha entristecido que no tuviesen la oportunidad de proyectar un gran edificio público -aparte del magnífico hospital de Mora de Ebro-, y que sus dos excelentes propuestas para auditorios se acabasen malogrando (en el de Barcelona se llegaron a empezar las cimentaciones, del de Cádiz sólo quedan la maqueta y los dibujos). Tal vez ahora, en plena madurez, llegue esa oportunidad.

Pero si no fuese así, su obra es una muestra de que muchas veces los encargos más modestos (la mejora de accesibilidad a un centro histórico, una parada de autobús) pueden ser los más expresivos, o los  que más mejoren la imagen de una ciudad y la vida de su gente.

Y me alegro sobre todo por José Antonio y Elías, dos personas nobles y decentes que tratan a sus trabajadores con cariño y respeto y comparten con generosidad su sabiduría y su tiempo. Nunca olvidaré aquel arroz preparado por José Antonio en su casa de Alella, ni aquel viaje con Elías por sus obras ibicencas,…ni tantas otras cosas.

¡Gracias, Maestros!

Cruces

CRUZ_Tavole-herzog de meuron

En arquitectura, hay cruces que son espacio –como la planta de algunas iglesias- y que, por tanto, pueden ser percibidas; y otro tipo de cruces que sólo se ven en los planos (y pantallas) de los arquitectos: las cruces generadas por la intersección de dos muros.

Estas cruces, tal como me enseñó mi maestro Elías Torres en un comentario de pasada, permiten detectar un tipo particular de mediocridad en arquitectura, la de aquellos que no sólo piensan que el cometido principal de su trabajo es ordenar, sino que imponen un orden elemental, artificioso e imposible de percibir.

Un muro separa dos espacios, y cuando las necesidades a cada uno de sus lados son diferentes, forzar que las divisiones a un lado del mismo coincidan con las que hay al otro implica que en uno de los dos no se ha colocado la división en el lugar más conveniente para favorecer las actividades que previsiblemente se desarrollarán en él sino buscando establecer una regularidad que nadie puede ver.

En el mejor de los casos se explica por la inocencia de quien sólo es capaz de plantearse el orden (gráfico) más primario; en el peor, por una resabiada voluntad de trascendencia.

 

Estorbos (1). Los árboles

Desgraciadamente, está muy extendida la costumbre de “limpiar” las parcelas de cualquier elemento que pueda “estorbar” durante la construcción. Pero algunos arquitectos  saben que esa roca o ese árbol son parte integral de ese lugar y no dudan en retorcer, quebrar o perforar sus construcciones para poder acomodarlos. Veamos algunos ejemplos.

Edificio en la Via Marchioni, Milán. Ignazio Gardella (1949-1954)

Ignazio Gardella_Via Marchiondi 1

Ignazio Gardella_Via Marchiondi 2

El edificio incorpora, mediante quiebros y perforaciones en las terrazas, una gran acacia. La colisión naturaleza-edificio tiene aquí un cierto toque surrealista.

Caesar Cottage, Lakeville (Connecticut). Marcel Breuer (1951)

Marcel Breuer_Caesar cottage

Marcel Breuer_Caesar cottage_2

«La casa evita perturbar el paisaje. El árbol crece a través de la estructura.» (Marcel Breuer, «Sun and Shadow», 1956)

Casa Villangómez, Sa Caleta (Ibiza). José Antonio Martínez Lapeña y Elías Torres Tur. (1987-1990)

Jamlet_Casa Villangomez

El muro que cierra el patio se quiebra sutilmente hacia el interior para respetar el tronco de un pino.

Casa en Lège, Cap Ferret. Anne Lacaton y Jean-PhilippeVassal (1998)

Lacaton Vassal_Cap Ferret 1

Lacaton Vassal_Cap Ferret 2

El principio de conservar todos los pinos se respeta tan escrupulosamente que 6 de ellos atraviesan literalmente la casa.

Arquitectura Vegetal

El árbol más singular que he visto jamás es la centenaria higuera  “Na Blanca d’en Mestre” en Formentera.  Más que un árbol, es una auténtica “arquitectura vegetal” ya que la intervención humana, mediante la incorporación de soportes verticales (talóns), vigas (perxades) y riostras en v para neutralizar la acción del viento (ulls de poll), lo ha convertido en una auténtica sala hipóstila vegetal. El objetivo de esta singular técnica, que se puede ver en otros ejemplares de menor tamaño, era evitar que la higuera volviese a enraizar al tocar sus ramas el suelo y proporcionar sombra al ganado.
Con un único tallo y más de cien soportes consigue cubrir  con su memorable sombra una superficie de 350 metros cuadrados, lo que la convierte, si no la más vieja, sí en la mayor higuera del mundo.

Nota 1:

Debo el placer de conocer este prodigio (y muchas otras cosas) a mi maestro Elías Torres que tuvo la generosidad de invitarnos en el verano de 2004 a un grupo de sus colaboradores a las Pitiusas para conocer sus obras y otras maravillas locales.

Nota 2:

Curioseando por la web he visto que este árbol fue presentado en la exposición ‘Humanizar la ciudad. Arquitecturas de Madrid y Barcelona’ por el arquitecto Mariá Castelló en 2011. A él debo esta estupenda representación de la planta cenital de la higuera.