“El ángulo recto me ha llegado a parecer el más hermoso que hay entre todos los ángulos, pero es algo intolerante, no admite diálogo nada más que con sus iguales. Ante este poder del ángulo recto, pienso que hay ángulos a su alrededor, desde los 88 hasta los 93 grados, que son casi tan poderosos y al mismo tiempo son más dialogantes, dialogan entre ellos (…). Creo que la virtud está cerca del ángulo recto, pero no en él.”
Eduardo Chillida. “Escritos” (Ed. La Fábrica, 2005)
“…la mayoria de espacios de un edificio deben ser polígonos, en planta, con paredes aproximadamente rectas y esquinas obtusas (digamos entre 80 y 100 grados). En general, lo más probable es que sean irregulares, aproximadamente rectangulares. De hecho, el respeto al emplazamiento y a las sutilezas del plan llevarán inevitablemente a formas ligeramente irregulares.”
Christopher Alexander. Patrón 191 “Forma del espacio interior”
Tan absurdo es proscribir el ángulo recto, fijar un rango de ángulos “virtuosos” o negar que “un cubo que funcione” (o, más bien, convenientemente matizado por su funcionamiento) pueda ser la solución ideal a un determinado problema; como lo es utilizarlo por defecto -o pereza, o desconocimiento de las sutilezas del lugar- para dividir a escuadra y cartabón continentes enteros; o negar que las más perfectas simbiosis entre arquitectura y naturaleza aparecen precisamente cuando el edificio se deforma para arraigar en un lugar concreto o, mejor aún, cuando nace ya allí y, al crecer buscando la luz, la sombra, o parapetarse del viento (o de los vecinos fisgones) encuentra su hueco y su postura, con la naturalidad de aquel gato durmiendo al sol con el que Souto de Moura comparó la mejor arquitectura de Álvaro Siza, o de aquel otro gato sobre un cojín al que Georges Perec se refirió para describir una de las casas usonianas de Wright .
Tal vez el ángulo recto sea el más hermoso por tener un pie en el mundo de las ideas y otro en el real. Pero la realidad es casi siempre rugosa, abollada, tozuda (y mancha); y nuestro empecinamiento en apisonarla y trozearla con geometrías rígidas e ideales tiene más que ver con nuestras fantasías de dominación, la pereza mental y las implacables leyes del Dinero, que con su presunta superioridad geométrica.