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El barracón 20 del MIT. Elogio de lo banal

En su ensayo “How Buildings Learn”, Stewart Brand propone introducir el factor tiempo en la valoración de la calidad de un edificio y defiende la tesis de que cuanto más adaptable sea una construcción, mayores serán sus posibilidades de sobrevivir.

mit bldg20

A lo largo del libro va estudiando (e ilustrando con elocuentes ejemplos) varias categorías de edificios con gran potencial de cambio y, entre ellas, destaca su reivindicación de los edificios banales (naves industriales, garajes, caravanas, contenedores…): dado que los usuarios no les otorgan ningún valor más allá de su utilidad, no temen intervenir en ellos mediante bricolaje, agujerearlos, construir forjados intermedios o modificar sus fachadas.

El edificio 20 del M.I.T. – que se construyó durante la segunda guerra mundial (1943) como una instalación temporal en la que desarrollar tecnología militar (allí se desarrolló el radar moderno)- es un anodino edificio de tres plantas, construido exclusivamente con la economía como principio rector, con estructura de madera, instalaciones vistas y particiones interiores de contrachapado. Estaba deficientemente calefactado y aislado, olía a moho y sus forjados crujían bajo el peso de las pesadas máquinas con las que algunos científicos experimentaban.MIT building 20

Sin embargo, consiguió sobrevivir hasta 1998 (cuando Brand escribió su libro, todavía estaba en pie) gracias a que era el contenedor ideal para las actividades más creativas de M.I.T. que no encajaban fácilmente en sus edificios más formales. Los investigadores lo modificaban a voluntad, añadiendo instalaciones sin miramientos y construyendo sus nichos personalizados según las necesidades de cada proyecto.

Building 20 interior

Por allí pasaron más de nueve premios Nobel de Física y allí desarrolló Noam Chomsky sus revolucionarias teorías lingüísticas. Allí se construyó una de las primeras cámaras anecoicas, allí desarrolló Amar Bose sus primeros altavoces y allí se desarrolló la fotografía estroboscópica. El edificio llegó a ser conocido como “la incubadora mágica” por la cantidad de descubrimientos y empresas que en él nacieron.

Desgraciadamente, la presencia de amianto y pintura de plomo acabó justificando su demolición y, lo que es más triste, su sustitución por un mamotreto arrugado de Frank Gehry que, al ser diseñado como “arquitectura de autor”, jamás podrá dar a los usuarios la libertad de intervenir y modificar el edificio que fue lo que hizo tan grande al barracón 20.

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Dos curiosidades:

how_buildings_learn_book-Entre los amigos del autor que leyeron el texto antes de su publicación se encuentran nada menos que el músico Brian Eno y el bueno de Christopher Alexander.

-La BBC hizo una serie de seis capítulos basada en el libro, que todavía no he tenido ocasión de ver.