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Maquinillos ochenteros

Frente a aquellos que descalifican globalmente la década de los 80 por hortera y plastiquera, lo habitual es recurrir a ejemplos de bandas que no se dejaron embaucar por sintetizadores y cajas de ritmos y siguieron haciendo buen rock’n’roll (Pixies, Husker Du…). Más difícil es reconocer que el sonido por excelencia de los 80 es el de los maquinillos, y que éstos generaron su propia estética, artificial y distante, a veces al filo de esa fina línea que separa lo hortera de lo sublime. Por eso, hoy he seleccionado algunos de esos “placeres culpables” por los que muchos enteradillos te despreciarían, pero que forman también parte de la banda sonora de mi vida. Algunas de estas canciones ni las poseo ni las pincharía en casa, otras son clásicos que siempre tengo a mano, pero todas ellas, con sus sintetizadores y sus ritmos pre-programados, cada vez que las escucho, me transportan mágicamente a la adolescencia.

Goodbye Girl”- Squeeze (1979) 

Una irresistible canción pop aderezada con el característico sonido de sintetizadores y percusiones programadas. Un ligue de una noche con desastroso final para el protagonista. Curiosamente, producida por John Cale.

Vienna”- Ultravox (1980) 

De ésta no conocía la autoría pero sí el pegadizo estribillo. Al escucharla varias veces este año- primero en un café, luego en un capítulo de la fantástica serie “The Americans”- tecleé lo que recordaba de la letra y me enteré de que era de Ultravox, de los que hace muchos años compré el vinilo “Ha Ha Ha”- de su época más experimental- que me dejó frío. Pero esta canción tiene algo.

O Superman”- Laurie Anderson (1981) 

“Big Science” me parece uno de los mejores discos de su década y aunque hay canciones que me gustan (aun) más que ésta, la idea de la lista es elegir canciones que tuvieron éxito. Contra todo pronóstico, esta canción de ocho minutos fue número 2 en las listas inglesas.

Only You”- Yazoo (1982)

Podría haber elegido alguna otra (“Walk Away from love”, “Don’t Go”…) porque a éstos sí los escuché a fondo en su día, pero el propósito de esta lista no es rescatar oscuridades sino explorar esa belleza que de tan obvia y omnipresente provoca rechazo. Todo un clásico de esta era.

Within Your Reach”- Replacements (1983) 

Esta no fue un éxito pero sí un ejemplo perfecto de como incluso una de esas bandas “auténticas” que no sucumbieron al sonido característico de su época que mencionaba en la entradilla, no dudó en recurrir a los maquinillos para dar forma a esta fantástica canción.

I Want to Know What Love Is”- Foreigner (1984) 

Aquí ya entramos en territorio peliagudo, con este ampuloso baladón carnaza de radio AM pero que posee una fuerza difícil de negar. El siempre ingenioso Dave Marsh, en su genial “The Heart of Rock and Soul. The 1001 Greatest Singles Ever Made” la califica de “Capilla Sixtina del cock-rock”, mientras que el caústico Robert Christgau resumió el primer disco de la banda con las siguientes palabras: «¿Has oído hablar de la Beatlemanía? Propongo la Xenofobia»

Tonight She Comes”- The Cars (1985) 

Éste fue su último éxito, y el único que viví en tiempo real. Después conocí sus primeros singles, que probablemente sean superiores, pero ésta cancioncilla pop -con sus muy ochenteros sintetizadores, coros, teclados, guitarras y percusión- siempre será especial.

“Tower of Song”- Leonard Cohen (1988) 

De su clásico “I´m your man”, my canción favorita del hombre es la demostración perfecta de que un maquinillo, una “golden voice” y un buen coro femenino pueden ser más que suficientes. La versión de youtube es del maravilloso directo “Live in London”, en el que por fin se le ve alegre con la vida.

Jazz después de la guerra. Un mapa arbitrario.

Gary GiddinsHace ya más de diez años, el gran crítico musical Gary Giddins se enfrentó al reto de plantear una introducción al jazz de la última mitad del siglo XX, trazando lo que el llamó “un mapa arbitrario”. Las reglas eran estrictas. Una pieza por año, desde el final de la guerra mundial hasta el nuevo milenio, sin repetir artistas.

Publicó en el Village Voice su magnífico ensayo (“Post-War Jazz. An Arbitrary Road Map”) -una especie de anotación pieza a pieza de un recopilatorio que nunca podría salir a la luz por la dificultad de poner de acuerdo a los poseedores de los derechos- y así nació uno de esos raros discos imposibles.

Como Robert Christgau, uno de mis críticos de cabecera, no sólo consiguió una copia casera sino que le otorgó su máxima calificación (A+) y lo seleccionó entre lo imprescindible de 2003, el artefacto se convirtió para mí en un oscuro e imposible objeto de deseo.

Me bajé el texto de Giddins y fui comprando algunos de los discos de los que salían sus selecciones (y bajando otros) hasta conseguir laboriosamente juntar unas tres cuartas partes del recopilatorio. Pero algunas piezas eran imposibles de localizar y en otras era imposible tener la certeza de haber logrado rastrear la versión elegida por Giddins.

Años después, al participar con regularidad en el desaparecido (y llorado) blog “Expert Witness” de Christgau, uno de los miembros más activos de la comunidad me envió amablemente un enlace que me permitió por fin obtener el codiciado recopilatorio. Fue uno de esos momentos en los que la grandeza de la red se me apareció en todo su esplendor.

No voy a entrar a reseñar el contenido, que para eso está el texto de Giddins, ni a ponerle nota para alargar los dientes de los lectores, que para eso está la ditirámbica crítica de Christgau. Basta con decir que recomiendo encarecidamente su escucha (y lectura) a cualquier persona con orejas y con ganas de adentrarse o profundizar en un territorio tan poco conocido. Hay vanguardia, hay tradición, y hay temas que, para mi, ya han entrado en el panteón.

Lista completa en seis partes:

Parte 1 (1944-1959): http://i.mixcloud.com/CFy4Tk

Parte 2 (1960-1967): http://i.mixcloud.com/CGELsz

Parte 3 (1968-1976): http://i.mixcloud.com/CGGjdw

Parte 4 (1977-1985): http://i.mixcloud.com/CGKmgN

Parte 5 (1986-1993): http://i.mixcloud.com/CGP4Mw

Parte 6 (1994-2001): http://i.mixcloud.com/CG9Isq

Enlace para descargar texto completo (en la web del Village Voice solo está la mitad):

http://wp.me/a2laAR-rW

Lista (bastante) completa en youtube:

Air Guitar

“Mis colegas piensan que la gente desprecia a los críticos porque temen nuestro poder. Yo conozco la verdadera razón. La gente desprecia a los críticos porque desprecia la debilidad y la crítica es la forma más débil de escritura. Es el equivalente escrito del “air guitar”, ráfagas de gestos sordos que no contienen más que la memoria de la música”

AIr-Guitar_Dave HickeyDave Hickey define su colección de “ensayos sobre arte y democracia” como “unas memorias sin lágrimas”. Una serie de “canciones de amor para gente que vive en una democracia” escritas por alguien que no tiene reparos en reconocer que ha dedicado el triple de tiempo a ver reposiciones de Perry Mason que a las obras de Mozart y Shakespeare juntas; que habla de arte con el cartero; que cree que si entendemos a Pollock es gracias a Charlie Parker y a Dizzy Gillespie y si entendemos a Warhol es gracias al rock and roll; que espera-como su amigo  Ed Ruscha- que una obra de arte le provoque primero sorpresa y luego admiración (Huh? Wow!), y no al revés; que a partir de un viaje con Waylon Jennings y unas cervezas en el CBGB con David Johansen y Lester Bangs es capaz de explicarnos la crucial diferencia entre participantes y espectadores; que ve su ciudad, Las Vegas, no como la tópica capital del simulacro sino como ese sitio real que ofrece a la vista de todos lo que los demás sitios ocultan hipócritamente; que conoció a Chet Baker y a Andy Warhol; a Billy Joe Shavers y a Lou Reed; que es capaz de meterse en el pellejo de Hank Williams; que -como Oscar Wilde- cree que la vida imita al arte (y un martillo pilón a los Ramones); que defiende convincentemente al denostado Norman Rockwell; que ve con claridad el paralelismo entre el culto juvenil al coche (y al tuneado) y el mundo del arte; que explica mejor que Robert Hughes y John Berger juntos la relación entre arte y dinero…

Una apasionada -y apasionante- defensa de que, en democracia, el arte está en nuestras vidas cotidianas, – en los discos, en la tele, en la radio- y de la necesidad de luchar contra el intento de secuestrarlo por parte de los académicos.

Nota:

Debo el hallazgo de este fantástico libro a Robert Christgau –uno de mis críticos de cabecera- que no se caracteriza precisamente por su modestia y, sin embargo, lo recomendó en los comentarios de su blog “Expert Witness” diciendo que Hickey era el único crítico que no tenía ningún problema en reconocer que era mejor que él. Desgraciadamente, su blog , que he seguido a diario durante varios años, acaba de ser eliminado por algún ejecutivo lumbreras de Microsoft/MSN. Lo echaré terriblemente de menos y, francamente, me parecería una vergüenza- por otra parte, muy reveladora de las miserias de la época que nos ha tocado vivir- que uno de los mejores críticos musicales de los Estados Unidos no encuentre alguien interesado en remunerar su trabajo.

En una isla desierta

Stranded_Greil MarcusLa clásica pregunta de ¿Que disco te llevarías a una isla desierta? sirvió de excusa a Greil Marcus para pagar bien a sus amigotes por escribir un texto largo sobre el disco que les apeteciese. Como contaba entre sus amistades con la aristocracia de la crítica rock de la época (Lester Bangs, Nick Tosches, Ellen Willis, Robert Christgau…) le salió un libro (“Stranded. Rock and Roll for a Desert Island”) la mar de apañado con interesantes textos sobre los Ramones, Little Willie John, Captain Beefheart, los Five Royales o la Velvet (aunque no podía faltar el pringado de turno que prefirió llevarse a Jackson Browne o los Eagles).

En todo caso, lo más interesante del proyecto es que, como editor, decidió que, dado que las elecciones de cada participante eran algo totalmente personal, “alguien” tenía que velar por preservar la tradición y la historia para que si un marciano preguntaba qué era eso del rock and roll -algo perfectamente factible una vez la NASA había enviado una canción de Chuck Berry al espacio- pudiese encontrar una respuesta aproximada. Y, con su modestia habitual, lo hizo en forma de discografía comentada (por ejemplo, explica el debut de los Stooges como “el sonido del “airmobile” de Chuck Berry después de que unos manguis lo desguazasen”) en la que, entre los clásicos indiscutibles, coloca un montón de one-hit-wonders de los que es difícil tener noticia si no se es un obseso del du-duá/doo-wop, el soul, los girl groups, el surf ,el rockabilly u otros subgéneros pop.

Él mismo reconoce que para hacer algo así hoy en día, en la era de las reediciones masivas y las obsesivas recuperaciones del pasado, necesitaría como mínimo un libro entero; pero en 1979 tuvo la valentía de despachar el primer cuarto de siglo de historia del rock and roll en poco más de cuarenta páginas. Evidentemente faltan un montón de cosas y otras son discutibles, pero para lo que sirven estas listas es para descubrir joyas perdidas del pasado y, en ese sentido, a mi me ha servido a la perfección durante muchos años.

Aprovechando las ventajas de nuestra época, en la que casi todo está accesible, he recopilado una lista de Spotify  (stranded ) con la mayoría de los singles-obviando vacas sagradas y alguna cosa simplemente inencontrable- que aparecen en su discografía.

Nota:

Años más tarde re-evaluó el proyecto, sugiriendo omisiones y, en definitiva, recomendando más música en este interesante cuestionario:

http://rockcriticsarchives.com/interviews/greilmarcus/02.HTML

Nota 2 (Octubre 2014):

Meses después, ha aparecido un blog semi-oficial (lo lleva otra persona con su autorización) de escritos de Greil Marcus. Es muy recomendable (ver enlace en la columna de la derecha) y están elaborando su propia lista «Stranded» con nuevas adiciones cada semana: http://grooveshark.com/#!/playlist/Treasure+Island+Singles/98623651

John Storm Roberts, un pirata bueno

Había piratas malos, como Patapalo, que comía pulpo crudo y bebía agua de mar, y piratas buenos, como John Storm Roberts, que odiaba la cocina de fusión y, en vez de oro o piedras preciosas, robaba canciones.

Su botín provenía de compatriotas al servicio de su majestad, pioneros en el registro de la cultura popular, como Hugh Tracey, del que sustrajo, entre muchas otras perlas, “Chemirocha”, la oda de unas obnubiladas adolescentes kipsigis de Kenya al gran Jimmie Rodgers, el vaquero tuberculoso que cantaba el blues con un inolvidable yodel tirolés.

O del hit parade local, del que afanaba pepitas con las que traficar más tarde, como las inmarcesibles “Malaika” y “Pole Musa” o la tronchante versión de “La Bamba” que distrajo mientras trabajaba de incógnito como reportero del East African Standard  en Nairobi, en plena beatlemanía.

O, como buen caballero de fortuna, conseguía que patrones como Nonesuch Records le financiasen campañas de pillaje en las islas caribeñas en las que se encargaba personalmente de recoger la música callejera de La Española o de Jamaica.

Detestaba el “tandoori con ketchup” (fusiones tipo “Flamenco + Mali”) pero no era un purista adorador del folclore ni un apóstol de la autenticidad. Le interesaba tanto entender por qué en Hawaii se cantan plenas portorriqueñas (¡el “Que mala suerte la mia” que aquí conocemos por los Amaya!) como el último hibrido surgido de interpretar la tradición musical somalí con organillos casio baratos.

Consideraba que la música, incluida esa que llaman “culta”, es siempre mezcla de influencias externas con tradiciones existentes, como lo demuestra la “Marcha turca” de Mozart, y que quejarse, por ejemplo, de la “occidentalización” de la música africana pero no de su “arabización” porque sucedió hace siglos en lugar de décadas reflejaba una visión histórica muy limitada.

Sus sesudos ensayos (“Black Music of Two worlds”, “The Latin Tinge”, “Latin Jazz. The First of Fusions”) le convirtieron en una referencia en los círculos de iniciados, pero su estética se transmite con mucha mayor fuerza a través de las recopilaciones que publicó desde su sello Original Music. La selección y las agudas notas permitían familiarizarse con la música de los diferentes lugares (“The Kampala Sound”, “The Sound of Kinshasa”, “The Sound of Tanzania”, “Songs the Swahili Sing”…), algo harto difícil ya que, como aclaró en una entrevista, “la música NO es el lenguaje universal: “….intenta poner un disco chino en una emisora country de Nashville y verás qué pasa”.

Que culturas musicales lejanas en el tiempo o en el espacio dejen de sonar extrañas requiere ciertamente un esfuerzo, pero con guías como JSR (o Allen Lowe, del que espero hablar otro día), puede llegar a convertirse en un adicitivo placer.

Murió el año pasado, a los 73 años, pobre y enfermo, porque, como relata en las tristes palabras con que presentó la reedición en CD del seminal “Africa Dances”, ignoró la regla de oro de Agatha Christie: “nunca seas el primero”. Fue el primero en hacer una recopilación de Taarab, el primero en recuperar las fusiones del highlife ghanés y nigeriano con el rock’n’roll y el funk….y siguió ese “camino directo a la bancarrota que consiste en poner a disposición de la gente semejante variedad de música genuina”.

Era un pirata que no pagaba a los músicos que recopilaba (como Harry Smith con su “Anthology of American Folk Music” o Alan Lomax, por poner precedentes ilustres), pero no ganó dinero con ello y, en cambio, consiguió inocular el amor por estas músicas (“other people´s music”), y crear para ellas un modesto mercado, en el que otros sellos sí pueden vender discos a una escala razonable, rastrear el paradero de los artistas para pagarles royalties, y a veces incluso resucitar las carreras de figuras olvidadas.

Nota 1:

Los Lps y cds originales (de “original music”, porque eran piratas, de ahí el título de este homenaje) son ya difíciles de encontrar pero la blogosfera permite acceder a buena parte de su catálogo. Recomiendo empezar por “Africa Dances” y “Mbuki Mvuki”, los más variados del lote, y proceder a partir de ahí. Y como es de bien nacidos ser agradecidos, es obligado reconocer que fue el gran Robert Christgau el que me puso sobre la pista de Roberts.

Nota 2:

Los entrecomillados no acreditados son extractos de la entrevista para “Perfect Sound Forever” de Febrero de 1997

Nota 3:

Llevo años detrás de una conferencia de JSR editada en cassette  (y en algún sitio he leído que también en cd) llamada «Afro-Cuban comes home» sobre la relación entre la música caribeña y la africana. Si alguien tiene una copia, agradecería eternamente que se pusiese en contacto conmigo.