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No lo tuvieron

Yo-La-Tengo-2

La primera vez que vi a Yo La Tengo no fue sobre un escenario sino entre el escaso público que se había congregado un cálido día de Junio de 1992 en la sala KGB de Barcelona para ver a los olvidados Silos. Me sonaban sus caras gracias a los ditirambos de Ignacio Juliá en “Ruta 66”- que me habían impulsado a comprar y disfrutar su CD “President”- y me acerqué a saludar y pedirles un autógrafo.

Al año siguiente volví a verlos, esta vez sobre las tablas, en un electrizante concierto en Zeleste 2 con Parkinson DC como teloneros. Seguí comprando algunos de sus discos pero tras “Painful” acabé perdiéndoles la pista, aunque todavía tuve ocasión de verlos un par de veces más en festivales (un FIB y el surrealista “Pop Festival” de Badalona en el que compartían cartel con Beck y Sonic Youth como teloneros de ¡Siniestro Total!).

Veinte años después, me cuesta recordar los detalles de cada actuación pero todas ellas me dejaron un agradable recuerdo de tormentas eléctricas y órganos desatados.

El año pasado, me animé con un disco relativamente más reciente, el estupendo “Summer Sun” de 2003 y fue toda una sorpresa. Un disco tranquilo, atmosférico y hermoso que me descubrió otra faceta del grupo, y que ahora considero su obra más lograda (entre las que conozco).

Con esos antecedentes asistí al concierto de anoche en la sala Capitol de Santiago de Compostela con la seguridad de que, independientemente de que optasen por su faceta pastoral o por la de hijos bastardos de la Velvet, disfrutaríamos de un par de horas de buena música en vivo. Desgraciadamente, no fue así.

Tras una primera parte acústica agradable al oído pero un tanto larga y anodina, tuvimos un breve descanso mientras preparaban la parte enchufada del bolo. Empezaron fuerte y nos las prometíamos muy felices, anticipando una de sus celebradas orgías de feedback. Pero entonces, en vez de ir construyendo un crescendo, optaron por intercalar anticlimáticos tiempos medios e interminables pasajes instrumentales de una alarmante monotonía. En el grupo de al lado alguien comentó “España quiere caña. Ya se lo decían a Paco Pil” y no pude evitar para mis adentros darle la razón. Aquello no era un concierto de rock, no había ritmo al que balancearse, solo una base de bajo y batería inclemente y una guitarra literalmente desbocada, sin rumbo. Me duele decirlo, porque es un grupo al que encuentro entrañable en su modestia, pero me pareció un concierto aburrido y- lo que es peor- pretencioso.

Reflexionando sobre la decepción, he llegado a la conclusión de que YLT tal vez sean hoy una banda más de sonidos que de canciones (el único estribillo reconocible fue el de la versión del “Speeding Motorcycle” de Daniel Johnston que alguien les pidió desde el público). Su música tiende a desaparecer en el ambiente, y cuando la clavan (“Summer Sun”) es una excelente compañera de lectura u otras actividades cotidianas, pero rara vez te encontrarás tarareando para tus adentros uno de sus temas. Sospecho que el concierto habría sido mucho mejor en un auditorio con público sentado, ya que su propuesta se acerca más a la música de cámara o al “ambient” que al rock’and’ roll.

Y ¿a que se refiere el “lo” del título? Pues a «eso» sobre lo que el bueno de Fats Waller decía “Si preguntas, es que no lo tienes”. El swing, el ritmo.