Etiqueta: trio matamoros

Le Grand Kallé

Le Grand Kalle- His Life His Music

Ibrahim Sylla tuvo durante años la exclusiva para reeditar en sus sellos Sonodisc y Syllart gran parte de las joyas de la música africana y lo hizo con un desprecio total por el fantástico archivo sonoro del que era custodio. Era -y en muchos casos sigue siendo- la única manera de conseguir según qué cosas y, a falta de alternativas, había que pasar por caja aunque las ediciones fuesen paupérrimas, con los títulos mal escritos y sin ninguna información sobre las fechas o los participantes en las grabaciones. Una vez ordeñado múltiples veces el legado (primero en lp, luego en cd, luego otra vez en cd en versión mejorada para la serie “African Pearls”), el señor Sylla  cedió los derechos a la gente de Sterns para que pudiesen editar los recopilatorios definitivos de las figuras más señeras de la música guineana, congoleña o senegalesa.

La serie dedicada al Congo cuenta ya con retrospectivas de Franco (2 imprescindibles cedés dobles), Tabu Ley Rochereau (otros dos casi del mismo calibre), Mbilia Bel, o Papa Wemba, pero siendo un país tan rico musicalmente es de agradecer que hayan decidido continuar su encomiable trabajo con esta retrospectiva “Le Grand Kalle. His Life, His Music”- un libro-cd con más de 100 páginas, escrito y recopilado por el experto Ken Braun- dedicada a la obra de Joseph Kabaselle, Le Grand Kalle.

Kabasele es uno de los dos patriarcas de la rumba congoleña y, de su banda, African Jazz,  por la que pasaron leyendas como Rochereau, Izedi, el Dr. Nico, Dechaud o Manu Dibango, salió una de las dos grandes escuelas rumberas (la de African Fiesta, African Fiesta Sukissa, African Team, African Fiesta National). El otro era su rival Franco y su Tout Puissant OK Jazz.

Es una recopilación estupenda, sabiamente anotada y, al leer las notas, aprendes más no sólo sobre estos músicos sino sobre la propia historia del Congo: desde el tráfico de esclavos hasta la interminable dictadura de Mobutu, pasando por la Independencia (festejada en las inmortales “Indépendance Cha Cha” y “Table Ronde”) y el derrocamiento por la CIA del legítimo presidente Patrice Lumumba, al que Grand Kalle frecuentó y apoyó, y cuyo posterior asesinato contribuyó al declive de la meteórica carrera del cantante.

El primer disco está dedicado a la época dorada (1951-1962), cuando Dechaud, el Dr. Nico y Rochereau estaban en sus filas, y el segundo a la etapa posterior a su desbandada por desavenencias económicas y de reconocimiento (1964-1970). Siendo globalmente excelente, hay un cierto bajón de calidad una vez se fueron estas figuras, y en vista de que, sin ser ningún experto, echo de menos varias canciones de este período clásico (“Kelya”, la versión corta de “African Jazz Mokil Mobimbo”, “Mama Tsheba” o su lectura de “El que siembra su maíz” del Trío Matamoros), me queda la duda de si la retrospectiva podría haber sido aún más redonda de haber dedicado ambos discos a ilustrar únicamente la primera etapa de African Jazz.

Nota: En una edición tan cuidada, me ha sorprendido encontrar un gazapo en el listado de canciones. La canción listada como nº 21 del cd1 (Miwela-Miwela) es en realidad la 20 (African Jazz Mokili Mobimbo), y viceversa.

Cañí y Negra

arrels de gracia

En el estupendo concierto de Arrels de Gracia en la calle Joan Blanques el pasado martes hubo clásicos nacionales (“Volando Voy”), mediterráneos (“O Sole Mio”) y propios (“La Moto”) pero, como buenos rumberos, no podía faltar un guiño a esa parte de sus raíces que llega hasta el otro lado del Atlántico, con una de esas canciones de mensaje profundo e universal (“Al que le pique, que se rasque”) que tan bien se dan por aquellas latitudes.

Alucino con el trasiego musical transatlántico cada vez que descubro que un clásico cañí resulta ser una versión de algún olvidado éxito caribeño. Aquí van algunos.

Antonio González “El Pescadilla”- “Sarandonga

Uno de los padres de la rumba catalana se ventila –nunca mejor dicho- el dulce son cubano de “Los Compadres” en apenas minuto y medio y lo convierte en una auténtica bomba.

Los Amaya- “Que mala suerte la mía” (1969)

Todas las canciones de su inmortal debut “Los Amaya y su Combo Gitano” eran versiones, pero consiguieron hacerlas para siempre suyas. Para muestra, esta lectura de un tema de Odilio González  “El Jibarito de Lares”.

 Agustín Abellán “Chango”- “Al que le pique, que se rasque” (1978)

Sospecho que de él la aprendieron los chicos de “Arrels de Gracia”, pero resulta ser una versión de un merengue dominicano de Luís Kalaff. Aparece en su mítico disco “La Rumba y la Marcha”, que me costó años rastrear y del que, francamente, me esperaba bastante más.

 Lola Flores- “Que me coma el tigre” (1969)

La mujer de “El Pescadilla” ataca con salero un tema contemporáneo de la Barranquilla colombiana, compuesto por Eugenio Garcia Cueto e interpretado originalmente por Gustavo Barros y el Combo de Duque Palomino.

Nota:

He buscado bibliografía sobre “el trasiego transatlántico”, de momento con poco éxito. Tenía muchas esperanzas puestas en el sesudo ensayo de Santiago Auserón “El ritmo perdido” (Editorial Península, 2012) pero, para mi desgracia, se centra más en investigar la relación musical directa entre África y España desde la antigüedad a través de fuentes bibliográficas históricas, que en la  (para mí) más interesante África-América-España, que sucedió a mediados del siglo pasado en paralelo con la África-América-África, cuando en España flipábamos con “Maria Cristina” de Ñico Saquito y con Machín, y en el Congo hacían lo propio con el Trío Matamoros.

Respecto a la Rumba Catalana, lo mejor que he leído son los fantásticos artículos de Francisco Casavella (“La rumba que tumba” y “Estaban tomando cañas”) publicados en su día en Rockdelux y Ajoblanco, y recopilados en el muy recomendable “Elevación, elegancia y entusiasmo. Artículos y ensayos (1984-2008)”  (Galaxia Gutemberg, 2009).

Sobre el más amplio fenómeno “gypsy-soul/achilifunk”- etiqueta diseñada para incluir Andalucía y Madrid- son imprescindibles las notas que Txarly Brown escribió para su fundacional recopilatorio “Achilifunk. Gipsy Soul 1969-1979”.

Dolencias musicadas

Breve recopilación de canciones sobre enfermedades excluyendo – por su ubicuidad en la música pop- las afecciones cardíacas.

“El paralítico”- Trio Matamoros (1930)

Si estás postrado en un sillón, no te extirpes el trigémino, bota la muleta y el bastón y podrás bailar el son.

Inspirada por un médico español que estafó a cubanos con una supuesta cura para la parálisis consistente en extirpar el trigémino. La melodía recuerda bastante a otro clásico del mismo trío: “El Ciclón”

“TB blues”- Jimmie Rodgers (1931)

Nuestro ferroviario favorito murió de tuberculosis a los 36 años y ésta es una de sus meditaciones sobre su fatal destino.

“Fever”- Little Willie John (1956)

Sigue siendo la mejor versión, a años luz de Elvis y Peggy Lee. Un cantante excepcional con acusada querencia por las metáforas médicas (estuve a punto de incluir las estupendas “Spasms” y “My nerves”).

“Rockin’ Pneumonia and the boogie woogie flu”- Huey “Piano” Smith & The Clowns (1957)

Infravalorado por su carácter juerguista y desenfadado, Huey “Piano” Smith es un grande del rhythm&blues/proto-rock’n’roll de Nueva Orleáns.

“High blood pressure” ”- Huey “Piano” Smith & The Clowns (1958)

… al que le subía la tensión cada vez que su amor se le acercaba.

 “Psychotic Reaction”- Count Five (1966)

Si quieres saber como se evoca musicalmente un brote psicótico causado por el desamor, no hace falta buscar más. Uno de los grandes clásicos del punk de los 60.

“19th Nervous Breakdown”- The Rolling Stones (1965)

…y si se quiere abundar en el tema mental,  siempre queda el “19th Nervous Breakdown” de los Rolling Stones  (o el “Manic Depression” de Hendrix, o el «Schizofrenia» de Sonic Youth)

 “T.B. Sheets”- Van Morrison (1967)

Con poco más de veinte añitos, entre Them y “Astral Weeks”, Van Morrison grabó unas extrañas sesiones para Bang de las que salió tanto su mayor éxito, “Brown Eyed Girl”, como este asfixiante blues sobre su malestar físico al asistir al lecho de muerte de una chica (¿ su amante?) tuberculosa.

“Constipation blues”- Screaming Jay Hawkins (1969)

Estremecedora canción sobre el auténtico dolor que, para S.J. Hawkins, no lo causa el desamor ni el estar si un duro sino  ¡el estreñimiento!

“Fever”- Horace Andy (1972)

Los más jóvenes posiblemente lo asocien a Massive Attack, pero Horace Andy lleva ya mucho tiempo grabando excelentes canciones reggae (otra de mis favoritas aparece en el playlist “Pastuqui para todos”).

“Breakdown”-The Buzzcocks (1976)

Uno de los cuatro temas del mítico EP “Spiral Scratch” (uno de los candidatos más sólidos a primer disco punk) con Howard Devoto poniendo su desquiciada voz a la historia de un hombre a punto de desmoronarse mentalmente:

“Anthrax”- Gang of Four (1977)

El imponente feedback que abre la canción es necesario para que el mensaje cale: “El amor te agarrará como un caso de ántrax, y eso es algo que no quiero pillar”.  A la banda de los cuatro le gustaba tratar temas serios (capitalismo, explotación,…ese tipo de cosas) y se preguntan aquí por qué el pop está tan centrado en el amor.


“Mercury Poisoning”- Graham Parker (1979)

El mercurio que envenenaba a Parker no era otro que la compañía para la que trabajaba, Mercury.  Un clásico del sub-género “me cago en mis jefes”.

Nota:

Link lista de reproduccion en grooveshark:

http://grooveshark.com/#!/playlist/Enfermedad+Musical/81788438

El hombre misterioso

Uno de los primeros discos africanos que, para entendernos, podía escuchar como si fuesen los Clash, fue la reedición de las casetes de Etoile de Dakar. Ver que, más allá de las diferencias de idioma y cultura, aquello era una música tan juvenil, desinhibida y desbordante de energía como el rock and roll, que por aquel entonces monopolizaba mi atención, fue toda una revelación.

Aunque mis favoritos fuesen otros (Jalo, My Wa Wa, Xalis…), enseguida me intrigó un tema titulado “El hombre misterioso” y cantado en un macarrónico afroñol que me recordó cómo el “you-ain’t-no-friend-of-mine” del “Hound Dog” de Elvis se transformaba, cuando lo aullábamos de niños, en “yuéi-no-pueido-más”.

El mismo entusiasmo que nosotros teníamos por una música cuyas letras no entendíamos, pero berreábamos-el rock and roll-, atrapó a la juventud africana de los sesenta, que veneraba a Beny Moré, el Trio Matamoros y demás clásicos de la musica negra del otro lado del charco, y muy especialmente, cubana. En su caso, además, la afinidad cultural era mayor, ya que aquellos músicos de ultramar, descendientes de esclavos africanos, compartían, a veces literalmente, su ADN.

Con el tiempo, fui encontrando numerosos ejemplos de este ir y venir entre África y América, pero “El hombre misterioso” fue el primero, y me permitió intuir la maraña de influencias entre culturas musicales que tendemos a ver como compartimentos estancos (quizás otro día podamos ver algún ejemplo del proceso paralelo Caribe-Europa, del Son a la Rumba Catalana, del “Qué Mala Suerte la Mía de “El Jibarito de Lares” al de “Los Amaya”; o de la influencia de James Brown o el reggae en el afro-pop).

Y volviendo a Etoile de Dakar, aunque hoy en día el grupo sea recordado sobretodo por contar con un bisoño Youssou N’Dour en sus filas, la realidad es que era un colectivo de entre diez y quince músicos  desbordantes de talento- Eric M’Backe N’Doye, era nominalmente el líder del grupo y canta está canción, y El Hadji Haye, con la escisión Etoile 2000, creó el tema por excelencia de la música de garaje africana, “Boubou N’Gary”-:

Hace unos meses, mi amigo Pit me envió desde la República Dominicana la versión original del tema, interpretado por el Dúo Los Ahijados (los hermanos Cuco y Martín Valoy), lo que me permitió entender que “p’alantero” era “parrandero”, que el son no sólo se toca en Cuba, y que el hombre misterioso era el autoproclamado “Rey de las Mujeres”: