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Divide y ampliarás

Mi padre dejó de comprarnos libros infantiles guiado únicamente por su instinto y empezó a leer los finales para asegurarse de que eran felices a partir de mis desconsolados sollozos al terminar “Los 79 cuadrados”, que me había traído con la intención de animarme en los últimos coletazos de una gripe. 79 squares M-Bosse Por lo que recuerdo, era uno de aquellos libros de la colección juvenil de Alfaguara (“La roja”) que trataba de cómo un chico, tras acosar con sus compañeros a un anciano que se había mudado al vecindario, acaba convirtiéndose en su amigo, conociendo la triste historia de su largo cautiverio y –lo que hoy nos interesa- aprendiendo de él como llegar al infinito mediante la división.

El pobre señor, para evadirse de las cuatro paredes en que pasó la mayor parte de su vida por algún error de juventud, examinaba cada día con la máxima atención una pieza de pavimento o un trozo de pared, descubriendo las figuras ocultas, las sombras y los matices que en realidad contienen las cosas; y le enseñó al joven a descubrir el infinito en lo pequeño mediante una retícula de 79 cuadrados trazada con hilos y estacas en un prado que el joven iba explorando día a día, recinto a recinto. (Mis llantos, por cierto, los provocó la previsible -pero inesperada para un niño de 10 años- muerte del anciano con la que acababa el libro).

Me acordé de esa historia, tras casi tres décadas de no pensar en ella, al tropezarme en las lecturas de estos días navideños con dos textos que, de alguna manera, se refieren a los mágicos efectos amplificadores que puede tener la división de un espacio. behind the picture window rudofskyEn el capítulo del fantástico libro “Behind the Picture Window” (Oxford University Press, 1955) dedicado a reivindicar la habitación exterior como algo esencial en toda casa que se precie, Bernard Rudofsky critica la manía norteamericana de desperdiciar la mitad de la parcela regalándosela a la calle al convertirla en un césped a la vista de todos (front-lawn), sin utilidad alguna para el juego o el descanso, y al describir lo que ocurriría si se cerrasen con muros (como, por cierto, nos muestran magistralmente tantas obras de Barragán), hace la siguiente reflexión: “Cerrado con muros, el pequeño trozo de tierra se expande visualmente, en lugar de encogerse, y cada subdivisión parece incrementar su superficie. La naturaleza de esta ilusión óptica es conocida desde hace siglos. Simplemente olvidamos como sacarle partido

La Habitación_Xavier Monteys

Y en “La habitación” (Gustavo Gili, 2014), el último ensayo de Xavier Monteys, hay un capítulo dedicado al fascinante relato “Una habitación y media” de Joseph Brodsky en el que éste relata su vida en una kommunalka, un espacio que el gobierno comunista les adjudicaba (a razón de 9 m2 por persona) subdividiendo habitaciones de antiguos palacetes o edificios burgueses. Es un relato genial de sus peleas por la intimidad, por construir barricadas con cajas y muebles, para finalmente, conseguir segregar -de los 40 metros correspondientes a su familia- sus propios diez metros cuadrados, “los mejores diez metros cuadrados que conoció en su vida”:

Si hay un aspecto infinito en el espacio, no es su expansión sino su reducción, aunque solo sea porque la reducción del espacio, por extraño que parezca, es siempre más coherente, está mejor estructurada y tiene más nombres: celda, armario, tumba. Las ampliaciones tienen únicamente un gesto amplio.”