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Problemas

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Neue National Gallery

 

«Nunca pueden resolverse todos los problemas…. Por cierto, es una característica del siglo XX, que los arquitectos sean altamente selectivos en determinar que problemas quieren resolver. Mies, por ejemplo, hace edificios magníficos solo porque ignora muchos aspectos de los mismos. Si resolviera más problemas, sus edificios serían menos potentes.» 

Paul Rudolph (Perspecta No 7 .1952)

“…cada estilo real de arquitectura es capaz de expresar ciertas funciones a la perfección. Sólo mediante la pérdida de la integridad perfecta puede un estilo lograr dar la expresión más adecuada a todas las funciones”.

Henry Russell Hitchcock (Modern Achitecture. Romanticism and Reintegration. 1929)

 

Si, como Russell Hitchcock, entendemos un edificio sobre todo como una obra de arte, valoraremos en él su capacidad de expresar un estilo determinado -sea este colectivo y compartido con artistas afines o sea individual- y nos parecerá “mejor” cuanto más pura sea la expresión de esa estética. Cualquier compromiso con la realidad compromete esa pureza y diluye la integridad de la obra.

El ejemplo de Mies es paradigmático en ese sentido ya que no hacía concesión alguna en su personal investigación formal y espacial hasta el punto de, por ejemplo, enterrar la mayor parte de su museo berlinés para conseguir que el único volumen visible fuese un perfecto templo moderno de vidrio. Y, efectivamente, la estrategia parece que funciona ya que algunas de sus creaciones tienen tal fuerza estética que nos siguen pareciendo la expresión más pura e intemporal de cierta modernidad precisamente por ser, más que edificios en los que vivir, obras de arte que condensan y fijan una nueva estética.

Generalmente, ni siquiera nos queda la belleza como consuelo, y manos menos dotadas -obsesionadas por el problema de cómo construir un icono- nos inflingen adefesios inhabitables que no expresan más que la firma de su autor y sus promotores; o se centran en el problema de cómo maximizar beneficios mediante la implacable matemática de la especulación y devastan la ciudad y el territorio con desolados barrios instantáneos.

Pero si, en cambio, consideramos que un edificio es sobre todo el intento de resolver un variadísimo número de problemas –espaciales, económicos, funcionales, energéticos, estructurales o contextuales- no podemos aceptar que se prescinda de ninguno de ellos porque puedan comprometer la expresión de determinada voluntad artística, y nos parecerá “mejor” cuanto más armónicamente reconcilie todos esos requerimientos aparentemente contradictorios:

“Trátese de una ciudad o de un barrio, de un edificio o de una red de transporte, de una pintura, una escultura o un objeto de uso diario, existe sólo una condición indispensable para que el valor que alcance sea considerado cultura. Hay aún más condiciones, pero empecemos por ésta: en todos los casos, los contrastes deben resolverse de manera simultánea y aglutinante”

Alvar Aalto (“Arte y Técnica”, 1955)