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Amables personajes

Oscar Tuwsquets_Amables Personajes

Oscar Tusquets Blanca es uno de esos ensayistas (como Félix de Azúa o el difunto Juan Antonio Ramírez) con los que me resulta imposible resistirme a pasar por caja cuando veo su última obra en alguna librería.

Desde el ya lejano “Más que discutible” que me deslumbró en los últimos años de carrera, encuentro sumamente adictiva esa prosa ligera y transparente, que renuncia a formular grandes teorías y deja que sean las pequeñas anécdotas, observaciones y vivencias personales las que cuenten la historia.

De hecho, la clave misma de su escritura aparece en la cita de Merimée a la que se refiere en dos ocasiones (“Disperso Anecdotario Correano” y “Un añorado Tom Wolfe”): “De la historia sólo me interesan las anécdotas”, reformulada por el autor como: “Por favor, intelectuales, denme anécdotas que las conclusiones ya las sacaré yo mismo”.

Ese enfoque hace que todos sus libros sean, en cierto modo, autobiográficos y esta serie de perfiles de amables personajes (más en el sentido de a(d)m(ir)ables que en el de am(ig)ables”) que trazan su biografía tanto vital como intelectual, lo es en aún mayor medida que los anteriores.

Haber intimado con Dalí, Antonio López, José Antonio Fernández Ordóñez, Coderch, Miró, Blahnik, Barceló, Bofill o Leni Riefensthal da para anécdotas muy jugosas; y con aquellos personajes que no trató personalmente (Gaudí, Domenech i Muntaner…) sí estableció relaciones profundas (pasar de máximo opositor a la Sagrada Familia a apologeta y restaurar varias de sus obras, respectivamente) de las que extraer chascarrillos y enseñanzas.

Si alguna crítica puede hacérsele al libro es que algunos perfiles (Bertín Osborne, Kate Moss) parecen metidos un poco con calzador ya que en ellos se rompe este vínculo vital con el personaje y se revela el hecho de que, en realidad, se trata de una recopilación «hormonada» de escritos aparecidos en diversos medios .

Pero creo que más que una crítica es envidia cochina por una vida tan plena como la que sugieren estas páginas y el deseo de que algún día nos regale unas buenas memorias, en las que haya espacio para tantos otros amables personajes aquí únicamente esbozados como secundarios.

¿El más grande constructor de todos los tiempos?

Aunque en la mayoría de historias de la arquitectura moderna o no se le menciona o aparece como uno más de los pioneros del hormigón- entre figuras mucho menos relevantes como Maillart, Nervi o Perret-  la lectura del magnífico libro de José Antonio Fernández Ordóñez sobre Eugene Freyssinet me ha convencido de que tal vez se trate del “más grande constructor de todos los tiempos”.

J.A.F.O.  combina la biografía con el relato de sus hazañas como proyectista y constructor y con una selección de textos del propio Freyssinet para formar una imagen muy completa de este gran genio de la construcción.

Pese a revolucionar la ingeniería con el desarrollo de numerosas patentes (gato y anclaje de conos, tubos pretensados prefabricados, gato plano…), nuevas tipologías estructurales (hangares de Orly, puentes,…) y la invención de un nuevo material (hormigón pretensado), Freyssinet no era un genio loco encerrado entre toneladas de papeles sino un proyectista-director de obra-constructor que iba desarrollando las nuevas técnicas y herramientas que le permitían resolver problemas muy concretos y ganar infinidad de concursos de puentes y otras estructuras gracias a que sus inventos permitían abaratar increíblemente la construcción (desde sus primeros puentes clandestinos en Vichy hasta las cimbras reciclables de Plougastel) o resolver problemas para los que nadie más ofrecía soluciones (hundimiento de la estación marítima de Le Havre). Su falta de prejuicios le llevó incluso a proyectar barcos y alas de avión de hormigón.

En 1928, en la cumbre de su vida profesional tras haber construido las más importantes obras de hormigón armado del mundo (de Villeneuve a Plougastel), renuncia a todas sus patentes y derechos sobre sus diseños y abandona  la exitosa empresa que había formado con Claude Limousin para desarrollar una intuición que le obsesionaba desde el  principio de su carrera – el hormigón pretensado:

La idea de la tensión previa es sencilla: comprimir el hormigón para hacerlo capaz de resistir tracciones ulteriores permanentes
Hasta 1933 se dedica febrilmente a desarrollar su invento y pese a los decisivos avances técnicos que consigue desarrollar,  no consigue encontrar comprador para los postes que había creado y pierde en esos 5 años la fortuna que había acumulado durante los 23 precedentes. Con 55 años, arruinado y al borde de la desesperación consigue la proeza de evitar el hundimiento de la Estación Marítima del Havre aplicando sus teorías de las tensiones previas y comienza su resurrección profesional que tras llevarle a trabajar por todo el mundo  (Argelia, Venezuela,Brasil) ya no acabaría hasta su muerte en 1962.

Cualquier ingeniero que hubiese llevado una de las dos vidas de Freyssinet (pre y post  1928) merecería  ya figurar entre los más grandes del siglo XX, pero que ambas hazañas fuesen llevadas a cabo por una única persona que lo arriesgó todo, elevan su categoría a la de “más grande constructor de todos los tiempos”.

Nota: Toda la información está sacada del libro “Eugène Freyssinet” de José Antonio Fernández Ordóñez (Xarait, 1972).  Pese a sus 400 páginas (con apéndices y notas técnicas) el relato central se lee casi como una novela de superación frente a las adversidades y creo que sería una gran idea reeditarlo.