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El ruido eterno

El ruido eterno_ Alex RossAcabo de terminar “El ruido eterno. Escuchar al siglo XX a través de su música” y, aunque hace ya cuatro años que se publicó y lleva varias ediciones, me parece importante sumarme al prácticamente unánime coro laudatorio para animar a aquellos que también lo dejaron pasar en su momento a que se hagan con un ejemplar y se sumerjan en las fascinantes historias de la música clásica contemporánea.

Entre estas historias están la de lo duro que era ser músico bajo las dictaduras estalinista y nazi o bajo la lupa de McCarthy, la del doble abucheo a Stravinski en el Théâtre des Champs Élysées  -primero por ser demasiado radical y cuatro décadas más tarde por no serlo lo suficiente-, la de como el pionero de la música atonal Schoenberg intentó componer bandas sonoras y nunca fue más feliz que cuando escuchó su música en la radio de un bar de autopista, la del origen de la música de los westerns, la devoción de Gershwin por Alban Berg, las preferencias sexuales de Britten (y muchos otros, es un tema central para Ross) o la de como Kurt Weill acabó hasta la coronilla de Brecht.

El relato de la evolución formal, que desconocía por completo, es un espejo de lo que sucedía en las artes visuales y el autor consigue evocar a la perfección tanto la frenética y tortuosa búsqueda del último grito  (véase “El puño invisible” y “Las aventuras de la vanguardia”) como la recurrencia de la tradición y la maraña de relaciones e influencias entre músicos y escuelas aparentemente opuestos.

Y es que Alex Ross se propuso nada menos que explicar la música clásica del siglo XX tanto como disciplina artística como en su interacción con la realidad y circunstancias históricas, abordándola “desde múltiples ángulos: biografía, descripción musical, historia social y cultural, evocaciones de lugares, política en estado puro, relatos de primera mano de los participantes”.

Pero creo que su intención fundamental es la de divulgar la música que ama y, aunque al definir ciertos pasajes sonoros recurra a un lenguaje técnico, siempre se cuida de complementarlo con metáforas que permitan que los legos en el tema nos hagamos una idea de a qué rayos suena la pieza en cuestión. De hecho, una ventaja de Ross como guía para los que venimos del rock and roll es que también conoce profundamente la música popular -a muchos les sorprenderá saber que en su día contribuyó a la fenomenal guía “Spin Alternative Record Guide” (en la que además cita entre sus discos de cabecera a Pere Ubu, Sonic Youth, los Smiths o Minor Threat)- lo que le permite explicar por ejemplo los ritmos sincopados de “El Pájaro de Fuego” como el pum pu-pum pum (chas) pum pum de Bo Diddley.

En fin, una lectura apasionante que consigue plenamente su ambicioso objetivo de contar el siglo XX a través de la música clásica y -lo que es más importante para los amantes de la música popular- logra acercarnos a un mundo que creíamos lejano pero que tiene una relación sorprendentemente directa con “las afinaciones microtonales de Sonic Youth, los opulentos diseños armónicos de Radiohead, las indicaciones de compás rápidamente cambiante del math rock y de la música dance inteligente, los arreglos orquestales de Sufjan Stevens y Joanna Newson: todos ellos prosiguen esa conversación, que viene de antiguo, entre tradiciones clásicas y populares”.

Nota:

Mi enhorabuena al traductor Luis Gago. Debió de ser un trabajazo conseguir la invisibilidad.

Nota 2:

No hay mejor prueba de su vocación divulgativa que el hecho de que Ross montase unas audio-guías con fragmentos musicales de las piezas a las que hace referencia en cada capítulo (http://www.therestisnoise.com/audio/)

Reggae nuevaolero

Punky_Reggae_PartyAunque algunas vacas sagradas habían tenido sus escarceos con el reggae (me vienen a la mente el “Mother and Child Reunion” de Paul Simon, alguna de Taj Mahal, el «D’yer Maker» de Led Zeppelin, o la versión del “Cherry Oh Baby” de los Stones), el infeccioso ritmo entró definitivamente en la música popular con la resaca del punk. Eran los tiempos del “Punky Reggae Party” de Marley, de la aparición del sello Two-Tone, de la fascinación skin por el rocksteady o de los Clash recurriendo a los servicios del demente Lee Scratch Perry.

Al final, el legado más importante del fenómeno punk fue el triunfo de la filosofía DIY (Do-It-Yourself/Hazlo-Tu-Mismo) gracias a la cual dejó de ser importante tener una gran destreza instrumental antes de lanzarse a tocar y componer. Empezaron a salir grupos de debajo de las piedras que gracias a su desparpajo consiguieron ampliar el rock en mil direcciones (ruido, electrónica, minimalismo, o  incorporación de músicas negras como el funk o el reggae).

La lista de hoy recopila algunas canciones de esa época gloriosa inspiradas en el reggae.

“Redondo Beach”- Patti Smith (1976)

De su clásico debut “Horses”. Antes del inicio “oficial” de la era punk.

“Don’t ask me questions”- Graham Parker and the Rumour (1976)

Una de las grandes canciones del fantástico “Howlin’ Wind”.

“Watching the Detectives”- Elvis Costello (1977)

Su primer disco es otro clásico de la era y abarca desde el nihilismo -Easton Ellis tituló su controvertida novela “Less than Zero” con uno de los temas del album- al romanticismo de “Allison” pasando por este fenomenal reggae.

“Heaven”- Pere Ubu (1977)

Una de las bandas más innovadoras –y difíciles- de esa época también tuvo su momento reggae-pop.

“Egyptian Reggae”- Jonathan Richman & The Modern Lovers (1977)

El entrañable Richman empezó como fanático de la Velvet y acabó de juglar en “Algo pasa con Mary”, pero en el ínterin compuso unos cuantos clásicos, y arrasó en las listas (inglesas) con este maravilloso instrumental.

“So Lonely”- The Police (1978)

Tres instrumentistas de primera que, tras formarse como músicos jazz, consiguieron triunfar a nivel planetario con su particular pop de variadas influencias. El reggae era una de las más acusadas. Y ésta una de sus mejores canciones.

“Newtown”- The Slits (1979)

Y Paloma “Palmolive” Romero, tras escapar de Andalucia a Londres y participar en grabaciones tan míticas del punk femenino como el debut de las Raincoats o el “Cut” del que sale este corte, acabó en la costa este norteamericana como cristiana renacida (me quedé de piedra al enterarme por “Españoles en el mundo”).

“The Tide is High”- Blondie (1980)

También hubo los que tiraron por la via fácil y, en vez de construir algo nuevo, prefirieron versionar fielmente pasados éxitos jamaicanos (otros ejemplos serían el “Red, Red Wine” de UB40 o el “Everything I Own” de Boy George y compañia).

“Ghost Town”- The Specials (1981)

Aunque triunfaron con el desenfadado ska de sus dos primeros discos, tal vez su obra maestra sea el sombrío EP “Ghost Town” en el que la música se ralentiza y sirve de  perfecta banda sonora para los años del thatcherismo más inhumano. El origen de esta canción esta en el «7 wonders of the world» de Prince Buster.

“Straight to Hell”- The Clash (1982)

Desde su arrollador debut –con su versión del “Police&Thieves”- al triple “Sandinista”, las referencias a la música jamaicana son constantes en la música de los Clash. Elijo ésta porque me parece de las más personales y porque es, junto al “My Way” de los Pistols, una de las que mejor evocan el final de esa era.

Nota:

Lista en grooveshark (con bonus de Ian Dury, Bad Brains y Vampire Weekend): http://grooveshark.com/#!/playlist/New+Wave+Reggae+Party/86549191