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Las crónicas de Dylan

Dylan ChroniclesSiempre había pensado que los artistas de verdad hablan a través de sus obras y deben dejar los análisis e interpretaciones a público y crítica. Que cuando intentan explicarlas, su visión suele ser reduccionista y cerrada, y que nunca pueden agotar los múltiples significados que las obras transmiten a cada persona.

Y si el artista en cuestión es uno de los personajes más influyentes y enigmáticos de su época, escribir su autobiografía artística supone un enorme riesgo en el que se juega perder muchísimo más de lo que pueda ganar.

Por eso me había resistido hasta ahora a leer “Chronicles. Volume 1” de Bob Dylan. Temía que la imagen nebulosa pero rica que tenía del artista se viese alterada para siempre y sustituida por su propia falsificación del personaje.

Pero Dylan está hecho de otra pasta, y su autobiografía- que no es realmente el relato de su vida sino el de su formación y crecimiento como artista- no sólo no destruye el mito sino que lo humaniza y engrandece.

El grueso de la obra está dedicado a recrear maravillosamente el ambiente del Greenwich Village neoyorquino de los primeros años sesenta (“un paraíso que tuve que abandonar como Adán tuvo que abandonar el jardín. Era demasiado perfecto”), una bohemia llena de personajes extravagantes que alternaban tanto en los sótanos de garitos cutres como en los salones de la alta sociedad (Lomax, Hammond). Una época que nuestro hombre pasó durmiendo en sofás de amigos, absorbiendo como una esponja sus bibliotecas, luchando por mantener vivo el legado de su héroe Woody Guthrie.

Salpicado de infinidad de referencias culturales y jugosas anécdotas (el día que tocó con Cecil Taylor, su debut en disco como acompañante de Belafonte, su encuentro con John Wayne, su búsqueda de las canciones inéditas de Guthrie que acabarían en el “Mermaid Avenue” de Bragg y Wilco…), sorprende su franqueza y agudeza como crítico cultural.

Que alguien al que siempre se intenta elevar al Olimpo de la alta cultura (que si gran poeta, que si nominación al Nobel…) sea tan consciente de sus profundas raíces populares y en la cultura de masas y que las reivindique sin vergüenza, es iluminador.

Como lo es enterarse de que fue una canción de Kurt Weil (“Pirate Jenny”)  la llave a una nueva manera de componer, de su desdén por los “folk snobs”, de su deslumbramiento con Robert Johnson, o de su amor por músicos como Ricky Nelson menospreciados por su éxito comercial.

La sinceridad con la que reconoce abiertamente su gran bajón creativo de los años setenta y ochenta, sus dificultades para enfrentarse a su propio legado (“mis propias canciones se habían convertido en extrañas para mí”), sus miserias personales (la difícil relación con su padre)  o sus sufrimientos por el acoso de los fans y la expectación permanente por cada movimiento suyo,  también lo acercan al lector y lo engrandecen como ser humano.

En fin, que el libro está tan bien escrito que logra el más difícil todavía: humanizar a un icono. Si hay trampas literarias, funcionan tan bien que, en vez de a un viejo gruñón, mentiroso y resabiado, nos encontramos con un joven sincero e inocente que nos cuenta magistralmente la primera parte de la historia de su vida artística. Espero impacientemente la segunda.

Calypso Exprés

El calypso, además del barco de Cousteau, es la música de Trinidad y Tobago, y algo mucho más cercano de lo que pudiéramos pensar. Propongo 10 paradas exprés (un “mini-mapa arbitrario” que diría Gary Giddins) para familiarizarse con el género en media hora escasa:

1. “Sedition Law”- King Radio (1940)  

  Un clásico intemporal. Una de esas que se te pegan al cortex y no puedes evitar canturrear. El sonido clásico del calypso, con sus características letras pegadas a la actualidad y de alto contenido político.

2. «Rum and Coca Cola”- Andrews Sisters (1946) 

Ya en 1946, los norteamericanos buscaban “inspiración” en los éxitos de Trinidad. A la canción le cambiaron una palabra aquí y allá para evitar pagar royalties a su autor, Lord Invader, que tuvo que pleitear duro para que se reconociesen sus derechos.  Litigios aparte, esta versión pop me parece estupenda.

3. «Banana Boat Song (Day O)» – Harry Belafonte (1956)     

 Fuera de Trinidad, la máxima estrella del calypso fue Harry Belafonte. Su disco del mismo nombre  (“Calypso”, 1956) tuvo un éxito arrollador, y algunos de sus éxitos reaparecen periódicamente. Los  de mi quinta conocimos esta canción por un anuncio de piña colada de una conocida marca de refrescos sin gas, otros por “Bitelchús”…Venga de donde venga, bienvenida sea.

4. “Saturday Night Blowout”- John Buddy Williams Band  (1956)    

Como buena música callejera,  me parece importante añadir un ejemplo de orquesta instrumental con público que transmita algo de la excitación del carnaval.

5. “Booboo Man”- Lord Melody (1956)    

 Increíble convertir en un gran éxito una letra sobre ser tan feo que asustas a tus propios hijos.  Cosas del calypso.

6. “Coconut Woman”- Harry Belafonte (1957)   

  Como siempre, los puristas echan pestes pero yo lo encuentro irresistible (me mata la despedida    “bye-by-by-by-by-bye-bye-by-by-by-bye”).

7. “No Crime, no Law”- Lord Commander (1959)   

Una velocidad vertiginosa comparada con el habitual “ritmo tropical” pero es que el comandante tiene algo importante que decir. Sin crimen, no hace falta ley y a las fuerzas del orden (policía, jueces…) les conviene que la delincuencia no decaiga porque ¡perderían sus trabajos!.

 8. “He no dead yet”- King Fighter (1962)   

Aunque por lo festivo de la música nadie lo diría, esta canción relata el triste episodio de peleas entre hermanos por la futura herencia en el mismo lecho de muerte de su padre.  Sólo el cantante  se avergüenza y les grita “¡Eh, que áun no ha muerto!.

 9. “If you want to be happy”- Jimmy Soul (1963)    

 Uno de los grandes éxitos de los 60 que, por lo familiar, tardé mucho en identificar como calypso.  Una vez más, rabiosamente deslenguado (“Si quieres ser feliz para el resto de tu días, cásate con una mujer fea…”). Lo incluyo, más que por su calidad, como ejemplo de que no hace falta buscar calypsos “en montañas muy lejanas ni desiertos muy remotos” porque a veces el ritmo se mete de lleno en el “hit-parade”.

10. “Congoman”- Mighty Sparrow (1964)   

“Envidio al Congoman porque come hasta inflarse la barriga y yo aún nunca he probado carne de blanco”.  El Poderoso Gorrión nos proporciona el antídoto perfecto a la corrección política con esta oda al canibalismo inter-racial.

Nota 1: 

Como no me aclaro mucho con la tecnología, he montado una lista en grooveshark con la secuencia completa: http://grooveshark.com/#!/playlist/Calypso+101/69410802   Espero encontrar pronto alguna forma más sencilla de compartir la música de la que hable. 

Nota 2: 

Para los que tengan ganas de profundizar un poco más, 4 de estos 10 temas están incluidos en el CD “Calypso Awakening” de Smithsonian/Folkways que recopila varios elepés de Cook Records de finales de los 50-principios de los 60. Junto a “Calypsos From Trinidad: Politics, Intrigue and Violence in the 1930’s” de Arhoolie Records, me parece una buena introducción a este ritmo. Y si el gusanillo sigue picando, hay varios cedés excelentes de Rounder Records con grabaciones históricas (“Calypso Breakaway”, “Calypso Carnival” y “Calypso Pioneers”) antes de empezar con discos enteros de algún artista (“Mighty Sparrow vol.1”, Ice Records). Para los que “naden en ambulancia” hay una documentadísima (incluye un excelente libro de 316 páginas) pero un pelín excesiva, caja de 10cds “West Indian Rhythm” de Bear Family. Yo conseguí la mía a 1/3 del precio después de rebuscar durante años en ebay. 

Nota 3:  

Como sucede con algunos jazzmen (Duke Ellington, Count Basie, Earl Hines, Nat King Cole…), músicos africanos (Chief Stephen Osita Osadebe, King Sunny Ade…) y raperos ( GrandMaster Flash, Notorious Big…),  llama la atención el amor de los calypsonianos (Lord por aquí, Mighty por allá..) por ponerse apodos “molones” que aludan a la aristocracia u otras formas de poder.