En contraste con el empacho de Dylan de hace unas semanas, llevo varios días disfrutando enormemente de la recién editada caja de la Velvet Underground que recoge sus conciertos en el club “The Matrix” de San Francisco.
Aunque la mayor parte de estas grabaciones ya habían aparecido en el mítico “1969: The Velvet Underground Live with Lou Reed”, en “The Quine Tapes” –las interesantes grabaciones piratas de Robert Quine – y entre los extras de la extravagante edición de lujo de su tercer álbum aparecida hace unos meses, ésta es la primera vez que se editan íntegramente sus cuatro actuaciones en el club con un excelente sonido extraído directamente de la mesa de mezclas que convierte este artefacto en la mejor representación de la banda en directo.
Varios temas se repiten (con variaciones a veces muy importantes) en cada uno de los conciertos pero, dado que los fans de esta banda somos obsesivos y escasea tanto el material en directo de calidad, nos habría disgustado que la discográfica hubiese hecho la criba por nosotros.
Más de cuatro horas de música maravillosa e intemporal -un narcótico “Waiting for the man”, un salvaje “Sister Ray” de más de media hora (a la que no le sobra ni un minuto), anticipos del entonces todavía inédito “Loaded”, un pausado «Sweet Jane» con bastantes versos nuevos, ¿la mejor versión de “What Goes On”?, esos fenomenales juegos de guitarras entre Reed y Morrison – confirman que esta banda era sobre todo una portentosa máquina de rock and roll moderno, hipnótico y alejado de clichés.
Una música vanguardista (tanto por su temática como por su renuncia a las tradicionales raíces negras del rock) que -con el paso del tiempo y de cientos de discípulos- está tan imbricada en el ADN del rock alternativo que se ha convertido, contra todo pronóstico, en tan clásica y canónica como Chuck Berry o los Rolling.
Ojalá aparezcan algún día grabaciones de esta calidad de la primera formación de la banda con John Cale y Nico.