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Normativa

NORMATIVA_CTE-DB-SU1-4

En su elogio de las cubiertas planas andaluzas y norteafricanas- que permitían recoger agua hacia un aljibe, secar tomates o uvas al sol y aún hoy sirven como sala de estar exterior- Bernard Rudofsky señalaba, ya en 1977, que cualquier persona familiarizada con la normativa de construcción se sorprendería de la total ausencia de barandillas, pero que su aprehensión estaba injustificada porque un niño con dos dedos de frente tiene las mismas probabilidades de caer al vacío que un gato o un perro.

Casi cuarenta años después, siguiendo los pasos de la medicina defensiva, el proyecto de arquitectura es ante todo un documento legal para cubrirse ante futuras reclamaciones y la normativa no se limita ya a establecer barreras de protección en cualquier desnivel superior a 60 centímetros sino que regula su altura en función de la caída y hasta la separación entre sus elementos (no puede caber una bola –cabeza de niño en lenguaje normativo- de 10 o 15 centímetros de diámetro, dependiendo del uso).

Esta obsesión por regularlo todo es un factor decisivo en la progresiva homogeneización y empobrecimiento de la arquitectura, tal como mostró ejemplarmente la maravillosa exposición “Réquiem por la escalera” que tras llevarnos por soluciones increíblemente ricas, hermosas y variadas, de escaleras (de tramo recto, que surgen de un muro, de tramos paralelos, de dos tramos en ángulo, de varios ramales, imperiales, samba, en el aire, aleatorias, de trazo curvo e imposibles) acababa el recorrido con una amarga reflexión bajo el título “escalera ilegal”(al pie de una foto de la escalera de la Ópera de París en la que anotaba todas sus «ilegalidades») :

“La inmensa mayoría de las escaleras que han visto no serían aceptables, por uno u otro motivo, como vías de evacuación, según las normas vigentes en la mayoría de los países tecnológicamente avanzados. Para levantar una escalera de esta gracia y belleza, hoy, el arquitecto debe convencer al cliente de que la considere escultura transitable y que como tal, esté dispuesto a pagarla. O sea que, lógicamente, esta gran protagonista de la historia de la arquitectura está en vías de extinción”

Bibliografía:

Oscar Tusquets- “Réquiem por la escalera” (catálogo de la exposición en el CCCB, 2001)

Bernard Rudofsky- “The importance of Trivia” en “The Prodigious Builders” (Harcourt Brace Jovanovich, 1977)

Código Técnico de Edificación

Amables personajes

Oscar Tuwsquets_Amables Personajes

Oscar Tusquets Blanca es uno de esos ensayistas (como Félix de Azúa o el difunto Juan Antonio Ramírez) con los que me resulta imposible resistirme a pasar por caja cuando veo su última obra en alguna librería.

Desde el ya lejano “Más que discutible” que me deslumbró en los últimos años de carrera, encuentro sumamente adictiva esa prosa ligera y transparente, que renuncia a formular grandes teorías y deja que sean las pequeñas anécdotas, observaciones y vivencias personales las que cuenten la historia.

De hecho, la clave misma de su escritura aparece en la cita de Merimée a la que se refiere en dos ocasiones (“Disperso Anecdotario Correano” y “Un añorado Tom Wolfe”): “De la historia sólo me interesan las anécdotas”, reformulada por el autor como: “Por favor, intelectuales, denme anécdotas que las conclusiones ya las sacaré yo mismo”.

Ese enfoque hace que todos sus libros sean, en cierto modo, autobiográficos y esta serie de perfiles de amables personajes (más en el sentido de a(d)m(ir)ables que en el de am(ig)ables”) que trazan su biografía tanto vital como intelectual, lo es en aún mayor medida que los anteriores.

Haber intimado con Dalí, Antonio López, José Antonio Fernández Ordóñez, Coderch, Miró, Blahnik, Barceló, Bofill o Leni Riefensthal da para anécdotas muy jugosas; y con aquellos personajes que no trató personalmente (Gaudí, Domenech i Muntaner…) sí estableció relaciones profundas (pasar de máximo opositor a la Sagrada Familia a apologeta y restaurar varias de sus obras, respectivamente) de las que extraer chascarrillos y enseñanzas.

Si alguna crítica puede hacérsele al libro es que algunos perfiles (Bertín Osborne, Kate Moss) parecen metidos un poco con calzador ya que en ellos se rompe este vínculo vital con el personaje y se revela el hecho de que, en realidad, se trata de una recopilación «hormonada» de escritos aparecidos en diversos medios .

Pero creo que más que una crítica es envidia cochina por una vida tan plena como la que sugieren estas páginas y el deseo de que algún día nos regale unas buenas memorias, en las que haya espacio para tantos otros amables personajes aquí únicamente esbozados como secundarios.