Llamo «mamuts» a esas colecciones musicales tan grandes que resultan difíciles de asimilar completamente pero que, por su calidad, son ideales para dejar sonando de fondo durante horas y familiarizarse poco a poco con su contenido.
Además, para ser auténticos mamuts, deben estar extintos. Es decir, o nacieron en la era analógica y nunca se re-editaron en CD o vivieron durante un suspiro en la primera era digital. Por esas maravillas de la tecnología, tengo ahora mismo varios encerrados en una ranura de mi teléfono y sus barritos amenizan mi interminable jornada laboral (aquí en México, diez horas diarias y sábados por la mañana).
Como todos ellos aparecieron en ediciones de dudosa legalidad, que no pagaban royalties a los músicos, no me planteó ningún dilema moral descargarlos cuando los tuve a tiro. Quien roba a un ladrón… :
«The Piano Blues» (336 canciones):
Francis Wilford-Smith era uno de esos hombres con doble vida (como Paul Oliver, al que vimos por aquí hace unos días y que, por cierto, escribió las notas de algunos de estos discos). Por un lado, utilizando el apodo Smilby, fue un dibujante de gran éxito, colaborador habitual de Punch, Playboy, Esquire y tantas otras publicaciones.
En paralelo, este gigante de más de dos metros se las apañó para amasar una de las colecciones más grandes del mundo de discos de blues de piano que seleccionó y compartió a través de esta fabulosa serie de 21 lps editada a finales de los 70 en el sello Magpie. Algunos discos están dedicados a un sello, otros a un lugar y otros a algún intérprete especialmente relevante. Circula por la red desde hace años y se la recomiendo sin reservas a cualquiera que haya superado la fase adolescente de fijación con las guitarras, el ruido y la energía y esté listo para placeres más pausados.
«Waiki is good enough for me» (188 canciones) y «Rhythm of the Waves» (234 canciones):
Gracias a la genial página de Joe Sixpack me enteré de la existencia de estas dos increíbles colecciones de música hawaiana de los años 20 y 30. Salieron -en 2001 y 2003, respectivamente- en dos CD-R repletos de mp3 en el efímero sello «Beer Records» y, al igual que la colección de Wilford-Smith, no eran más que el reflejo de la pasión de un hombre que había coleccionado esta música toda su vida y quería compartirla con el mundo.
El caso es que, pese a ser música anterior a la segunda guerra mundial, algunos consideraron que todavía estaba sujeta a derechos de autor y le obligaron a retirarlos del mercado. Contacté hace años con Dave Stewart -el erudito que lo recopiló, no el tío aquel de Eurythmics- y me confirmó que ya no existían los discos «físicos» pero, ante mi insistencia, se ofreció a enviarme un «pinganillo» USB con su contenido. El precio que me pedía me pareció abusivo en su día y finalmente acabé consiguiéndolos a través de usenet.
Es una música increíblemente dulce y evocadora que provoca fácilmente ensoñaciones de playas lejanas y embriagadores brebajes a la sombra de un cocotero.
«Ultimate Breaks and Beats» (174 canciones):
«El «break» es la parte «¿Qué coño ha sido eso?» del disco, no necesariamente el gancho o la melodía o el estribillo sino ese momento raro, inesperado -una frase de piano, un estallido de metales, un solo de batería fuera de lugar, un aullido de esos que salen cuando te dan u codazo en las costillas- que deseas escuchar una y otra vez. Pueden durar dos segundo y ser lo único salvable de una canción. Pueden ser chistes que músicos de sesión aburridos cuelan mientras la estrella se mira en el espejo. O destellos de genio que pasaron sin pena ni gloria en su momento.» Charles Aaron (SPIN)
Esta fascinante serie de 25 discos para djs fue editada entre 1986 y 1991 por Lenny Roberts -un chófer de limusinas y dj ocasional del Bronx- y el dj BreakBeat Lou (Louis Flores) para poner a disposición de todos los pinchadiscos los mejores «breaks» para sus sesiones. Para evitar litigios, no aparecían acreditados los artistas, únicamente los títulos de las pistas.
Dado que el motivo para incluir un tema era simplemente que tuviese un buen «break» que los pinchadiscos pudiesen repetir hasta la eternidad, la selección es increíblemente ecléctica. Evidentemente, predomina el funk, soul y r&b; pero también encontramos algunas canciones pop-rock (Aerosmith, Roling Stones, Monkees ) o temas de bandas sonoras. Muchos de los primeros discos de hip-hop fueron creados a partir de la inclemente repetición de estos breaks y así, esta extraña e irregular recopilación entró a formar parte del ADN de la música contemporánea.
Y no sólo del hip-hop, sino de buena parte de la música de baile moderna. En palabras de Breakbeat Lou: «Todo el asunto «Drum and Bass» empezó con el sample de Lyn Collins «Think About It». Todo el «Jungle» empezó con el sample de «Amen Brothers» de los Winstons. Estos discos crearon géneros.»