
En los últimos meses he observado varias veces, al salir a comer o cenar, cómo algunas parejas jóvenes, en lugar de sentarse enfrentados, de modo que puedan verse las caras y conversar atendiendo a las expresiones y gestos de su interlocutor, prefieren colocarse uno al lado del otro.
Al principio pensaba que esperaban la llegada de algún acompañante que completase la mesa -y así fue en algún caso aislado- pero ahora creo que este sorprendente comportamiento surge del hábito de sentarse en el sofá a cenar mientras se disfruta de los rayos catódicos.
Pero en este país, raro es el restaurante que no cuenta con un imponente arsenal de televisores que permita a cualquier comensal, desde absolutamente cualquier ángulo, ver la inauguración diaria de EPN de alguna obra o jornada, un partido amistoso, o una serie ininterrumpida de vídeos de música de banda; y -por esa razón- no creo que se sienten así para ver la tele mientras comen sino que han interiorizado hasta tal punto ese modo doméstico de cenar «en paralelo» que ya lo reproducen fuera del hogar.
Inevitablemente, todo este asunto de teles y comidas me ha hecho recordar aquella visionaria canción de Aviador Dro que asocio a mi más tierna infancia* y en la que no había vuelto a pensar desde entonces: ¡La Televisión es nutritiva!
* Creo recordar que compartía cinta con «Va a estallar el obús» (de Obús) y «Ataque preventivo de la URSS» (de Polansi y el Ardor), y ahora veo que las tres son de 1982 (más o menos la época en que debió llegar el ansiado primer televisor a casa…cosas de una infancia «progre»)
Estuve unos meses trabajando en Canarias, creo que en 2000, y paseaba de noche por la playa. En un tramo de un par de kilómetros se apostaban coches ocupados por parejas de novios que llevaban un pequeño televisor sobre la repisa del salpicadero. Pensé que ya ensayaban la vida marital de sofá y salón y que la televisión, además de nutritiva, era un estupendo placebo del amor.
Gracias por compartirlo, Luis. Lo que cuentas es toda una regresión desde la época dorada de los auto-cines (drive-ins) -en los que al menos todos compartían una experiencia y veían la misma película-, y un precedente de la era actual en la que ya viene los televisores de serie en los coches.