La trayectoria de Oscar Hagerman (A Coruña, 1936) demuestra que es posible ser un “arquitecto descalzo” sin necesidad de encontrarse en una isla desierta. Desde su primera obra, esa casa-patio familiar en el Valle del Bravo que rezuma “cualidad sin nombre”, a nuestro hombre le han traído al pairo las modas arquitectónicas de cada momento y ha trabajado con una envidiable naturalidad, diseñando muebles que no necesitaban ser a la vez comentarios de texto, adelantándose a la actual fiebre de las casas pasivas (en esa interesante vivienda para su hermano en la ciudad de México), reivindicando los tradicionales temascales –para esos baños conviviales que tanto gustaban a Rudofsky-, construyendo aulas rurales por todo el país –cada una de ella adaptada a las tradiciones locales-, reinventando la silla de Van Gogh, levantando letrinas secas, ayudando a cooperativas de artesanos y a niños sin hogar o diseñando prototipos de viviendas ampliables super-económicas y líneas de muebles desmontables para viviendas sociales.
El ejemplar libro que le ha dedicado Arquine -una de las monografías de arquitectos más inspiradoras que me he encontrado- muestra que la realización personal y profesional puede encontrarse lejos de los focos mediáticos, en la felicidad que proporciona mejorar la vida de los más desfavorecidos y que algunos de los diseños y construcciones más atemporales surgen precisamente cuando se trabaja con modestia, ajeno a cualquier pretensión de trascendencia, y aprendiendo del saber acumulado en el lento perfeccionamiento de tantos objetos y edificios anónimos.
Notas:
–Aquí pueden encontrar un excelente texto de Elena Poniatowska incluido en el libro.
– El año pasado su hijo Carlos dedicó a sus padres la película “El patio de mi casa” . Pueden leer mi reseña aquí.
Da la impresión de que encontró su lugar en el mundo, aquel que armoniza con su ser y le permite «ser», y por lo tanto su creación es espejo de sí mismo.
Sí. Es realmente envidiable y todo un ejemplo de lo que es pasar por la tierra como es debido (mejorándola y disfrutando de ello)
Tomo nota de Hagerman.