
Acostumbrado a los bonsais domesticados, los esmirriados palos sin hojas, los troncos con muñones y las ridículas macetas que adornan tantas calles y plazas españolas, me impresionó llegar a esta ciudad y descubrir el gigantesco porte de los árboles de algunas colonias y las accidentadas topografías de concreto que resultan de su lucha contra banquetas y camellones.
Y aunque de higos a brevas añore caminar leyendo -sin preocuparme por meter el pie en un socavón o tropezar con una duna de hormigón-, a diario me maravillo de la frondosidad, el frescor, la sombra, los pájaros y las ardillas que estos grandes árboles nos regalan.
Por eso -en el eterno conflicto entre ciudad y naturaleza- prefiero el equilibrio de fuerzas que transmiten estas aceras abolladas que la sumisión implícita en aquellas perfectas hileras de arbolitos rítmicamente espaciados, inclementemente podados y obsesivamente centrados en alcorques que siguen un despiece surgido de alguna pantalla muy muy lejana.
Desde este país, onde as corporaçons municipais carecem de recursos para todo excepto para a poda sem misericórdia das árvores públicas mil vezes podadas, o máximo acordo. Po quê nom plantam já de entrada arbustos anaos se isso do que gostam? Vivam os passeios urbanos fracturados pola potência da natureza!
Obrigado, Morquintiam! Vos me ensinastes a amar as árbores.
bra vo!
te veo claramente mex-integrado, senyor licendiado Concreto Camellon! 😉
Y creo que el problema no es podar en si, sino hacerlo para embutir el arbol en un espacio que deberia permitir su completo desarrollo adulto. O sea, la eleccion del arbol al disenyar…
abrazo
La neta, si, arqui! Ya sabes que siempre me ha gustado aprender palabras nuevas.
Yo creo que en España, además de excederse con la poda, se eligen especies que no «den problemas». Es decir, que crezcan poco, no levanten las aceras ni que sus ramas se acerquen a las ventanas…Creo que se eligen a conciencia al diseñar pero con esas prioridades, non con la de tener los árboles más grandes y hermosos que sea posible.
Un abrazo!
En el Jardín Botánico de Madrid puede leerse una inscripción que dice más o menos así: «La naturaleza es un libro abierto que cada uno puede leer a su manera». Apliquémoslo a las ciudades.
Unas bonitas palabras!. Gracias por comentar, Luis.
Cuando en una visita a Madrid Ernst Jünger supo de esta inscripción comentó que no todos los «Paracelsos» son de Basilea.
Me intriga…