Ha vuelto el carrito de colores al barrio. Nunca lo he visto moverse pero no dejo que sus ruedas, cadenas y pedales me engañen. Sé que cuando nadie mire, pese a la calma chicha, las aspas de sus molinillos de flores, pájaros e insectos alados empezarán a girar, primero casi imperceptiblemente, luego cada vez más rápido, hasta convertirse en un torbellino multicolor que levanta sin esfuerzo el vuelo y desaparece sobre las azoteas de la colonia de vuelta a ese mundo de cuento del que sin duda llegó.