
Hace ya casi cuatro años defendí en estas páginas que el ingeniero Eugene Freyssinet fue «el más grande constructor de todos los tiempos« pero el descubrimiento en una polvorienta librería de «Albert Kahn. Industrial Architecture» (1939) me ha hecho replantearme a fondo la cuestión y he decidido adjudicar el título a este hijo de un rabino prusiano que llegó a Detroit con once años y acabó construyendo cerca de dos millares de edificios incluyendo viviendas, rascacielos, facultades y clubes universitarios, teatros, bancos, laboratorios, bibliotecas, mausoleos, hospitales y -sobre todo- incontables instalaciones industriales en los cinco continentes.
Me había encontrado con Albert Kahn en varias historias de la arquitectura moderna que, invariablemente, se centraban en los descomunales complejos que diseñó para Henry Ford (los más grandes del mundo en su momento) pero fue este libro de escaso texto y mágicas fotografías en blanco y negro el que me hizo ver que, más que el volumen, lo impresionante de su obra era su altísimo estándar de calidad, su variedad -nunca recurría a fórmulas probadas, cada proyecto se empezaba desde cero para conseguir el diseño óptimo- y una visión empresarial de la profesión que le permitió convertirse en el primer arquitecto global, construir un ingente volumen de edificios dispersos por todo el planeta y realizar hazañas que continúan asombrando hoy en día como la de montar (¡en plena era comunista!) un gabinete técnico de más de un millar de personas en Moscú para poder diseñar en plazo y presupuesto la colosal fábrica de tractores en Stalingrado que le había encargado el gobierno de Stalin (para el que acabó construyendo cerca de 500 instalaciones).
Aunque diseñó la primera nave industrial en hormigón armado de Estados Unidos en 1903, su mayor innovación fue el concepto de «nave de techo único» al que llegó buscando la máxima flexibilidad para Ford y rara vez abandonó. Frente a los diseños tradicionales en los que cada función o departamento tenía su propio edificio, Kahn apostó por integrarlos todos en un único contenedor neutro, uniformemente iluminado y con la mayor distancia posible entre apoyos que podía redistribuirse a voluntad o crecer en cualquier dirección (además de suponer un importante ahorro en la superficie de fachadas).

Cada diseño respondía estrictamente al programa y el presupuesto, tal como exigía la máxima kahniana: «La arquitectura es 95% negocio y 5% arte» y podía requerir formas de los más variopintas. Así, algunas obras recuerdan iconos del Movimiento Moderno (tipo Van Nelle o Fagus, para entendernos), otras parecen salidas de la calenturienta mente de algún futurista italiano, otras batieron récords mundiales de superficie sin pilares para acomodar los grandes aviones que aún no se habían desarrollado e incluso hay una instalación diseñada para probar turbinas de avión que me dejó boquiabierto con su profecía de ese «minimalismo» de cajones de hormigón excavados que solemos asociar a los suizos de medio siglo más tarde.

Como buen hombre de su época, practicó sin complejos y con gran competencia profesional el eclecticismo, inspirándose en modelos clásicos, románticos, o Art Decó según conviniese, pero es en la arquitectura industrial donde, al desprenderse de toda voluntad de estilo o trascendencia, consiguió crear -con su bien engrasada máquina de 400 proyectistas, ingenieros y delineantes- una arquitectura limpia, desnuda y abstracta que todavía hoy representa una de las más perfectas cristalizaciones de la modernidad.
Notas:
- El hermoso libro sobre Albert Kahn fue el primero que escribió el célebre diseñador norteamericano George Nelson.
- La curiosa foto del Albert Kahn con Frida Kahlo y Diego Rivera se tomó en 1932, cuando los dos artista mexicanos se desplazaron a Detroit para pintar, en plena Gran Depresión, el monumental mural «Detroit Industry»
«Montar (¡en plena era comunista!) un gabinete técnico de más de un millar de personas en Moscú para poder diseñar en plazo y presupuesto la colosal fábrica de tractores en Stalingrado que le había encargado el gobierno de Stalin» é um episódio daquele tempo de «Terror e utopia. Moscu 1937» (Karl Schlögel, Acantilado, 2014) do capítulo da história da infámia da humanidade. a arquitectura florescia, enquanto a gente desaparecia nas cloacas do poder. Trotski, o amigo de Frida e Diego, bem o sabia, o terror alcançou-no na mesma cidadade de México em agosto de 1940.
Non coñezo o livro pero parece apetecibel (xa mo rularás). Teño entendido que a fábrica de tractores foi poucos anos despois un dos escenarios principais da tristemente célebre batalla de Stalingrado.
Buenas, muy interesante el personaje. y al hilo de la sugerente foto de Prat & Withney aircraft he encontrado un chat sobre las fábricas de Detroit… http://www.atdetroit.net/forum/messages/6790/91689.html?1156530865 uno de los participantes habla de la ‘Dodge Chicago plant’ del mismo arquitecto. Impresionante edificio para construir motores del bombardero B-29…
Gracias por comentar (y por el enlace), Pedro. Entre 2000 edificios para elegir hay muchísimos dignos de ser estudiados en profundidad.