Johnny Cash tocó en San Quintín y Merle Haggard -tras unos años salvajes de saltar de tren en tren como su héroe Jimmie Rodgers, de huir hacia adelante, de curros estacionales y de delincuencia juvenil intentando escapar de sus miserables orígenes en un poblacho californiano de inmigrantes de la Gran Depresión- no sólo estuvo allí aquel día sino que pasó encarcelado en el célebre presidio tres largos años que marcaron sus canciones como inspiración directa («Sing Me back Home«) o provocándole sentimientos de culpa («Mama Tried«)- y, aunque durante una época encarnase los valores más rancios de la América profunda frente al despendole hippie (el grimoso himno «Okie from Muskogee«), hoy lo amamos por lo que importa: sus inolvidables canciones sobre la botella, la cárcel, el trabajo, el amor y demás vivencias de aquella gente humilde entre la que nació y creció y a la que siempre consideró los suyos. Descanse en paz.