
Hojeando «Gardens of Japan» de Tetsuro Yoshida (1957) encontré resumido en un único párrafo y dos imágenes (un florero y el dibujo de cinco piedras) el esquivo principio formal que rige «cualquier forma de arte japonés»: ese orden aparentemente natural y casual, que siempre sospechamos que encerraba sus propias reglas:
«La forma en que se ordenan las piedras muestra otro* de los principios de diseño del arte japonés y su aplicación física a la arquitectura de jardines. Las piedras se ordenan siguiendo la siguiente fórmula: La piedra principal se dispone ligeramente a la izquierda del eje central, y un poco a la izquierda de ésta se sitúa la piedra de apoyo: estas dos forman el grupo principal. En diagonal respecto a la piedra principal pero a una distancia algo mayor que la que hay entre ésta y la de soporte, se coloca una tercera piedra, cuyas características deben contrastar tanto como sea posible con las dos primeras; de modo que, si las dos primeras son altas la tercera deberá ser plana y baja.
Estas tres piedras dominan el orden del grupo, que puede ser complementado con piedras adicionales de menor tamaño, una en el frente y otra en el fondo. También puede usarse una imagen especular de ésta. En ciertas circunstancias, el número de piedras puede aumentarse de modo que en lugar de una piedra adicional a cada lado, se dispongan grupos de dos o tres. Si se utiliza un número grande de piedras, éstas se dividen en grupos y cada uno de ellos se relacionará con los otros grupos del mismo modo que cada piedra respecto a su grupo. Este mismo principio se aplica también a la organización de colinas, lagos y árboles; y más allá del ámbito de diseño de jardines, es también válido para los arreglos florales, pintura de acuarelas y, en general, para cualquier forma de arte japonés.»

Nota:
* El otro principio al que se hace referencia en la misma página no le va a la zaga:
«»Si todo es expresado, ¿qué queda?» preguntó el gran poeta de haikus Matsuo-Basho (1644-1694). Por ejemplo, en el jardín, la casa se oculta tras los árboles, los grupos de piedras se entierran profundamente en la tierra y sólo una parte es visible; y las linternas de piedra son parcialmente veladas por hojas».
Convendría recuperar esta idea para evitar ese mal contemporáneo que tan bien explicó Juhani Pallasmaa:
«Una de las razones por las que las casas y ciudades contemporáneas son tan alienantes es porque no contienen secretos: su estructura y su contenido se perciben de un solo vistazo. Comparemos los secretos laberínticos de una antigua ciudad medieval o de una casa vieja, que estimulan la imaginación y la llenan de expectación y estímulos, con la vacuidad transparente del paisaje y de los bloques de apartamentos contemporáneos» («Identidad, Intimidad y Domicilio», 1994)
E ademais, rege a lei do número pequeno, que protege a olhada da confusa proliferaçom, e a do número primo (1, 2, 3, 5, 7…), que evita a odiosa da simetria.
Lembrei-me ao le-lo do que me comentaras unha vez da importancia dos números primos nos arranxos florais. Grazas por partilla-lo
críptico, misterioso. xaponés.