Siempre he pensado que los premios deberían apoyar a la gente con talento antes de que el reconocimiento a sus logros sea unánime, evitando a toda costa la filosofía «Príncipe de Asturias» según la cual sólo aquellos que ya lo han ganado todo tienen derecho a un galardón. En ese sentido, celebro que el premio Pritzker de este año se le haya concedido a un estudio «joven» (para los parámetros de la profesión) y con un volumen construido relativamente modesto.
Pero no comparto la insistencia de los medios de comunicación -y de los propios arquitectos- en destacar su arraigo y dependencia del contexto cuando el estudio cuenta ya con obras importantes en el extranjero y ha saltado sin mayores problemas del terruño volcánico de la Garrotxa al desierto urbano de Dubai.
De hecho, creo que RCR ejemplifican al arquitecto-artista centrado en la forma y la belleza (1) que tiene eso tan esquivo como imprescindible para triunfar: un estilo reconocible y exportable.
Una estética poderosa en la que una paleta mínima de materiales fetiche -dominada por el acero (a poder ser «corten») y el vidrio- conforma volúmenes sin ventanas ni ningún otro elemento que pueda remitir a lo doméstico, revelar la escala y desvirtuar así el carácter abstracto de la obra . Una estética del control (2) capaz de producir obras tal vez bellas pero difícilmente compatibles con el cambio y la vida que, personalmente, considero la esencia de la mejor arquitectura.
Notas:
- “Hoy no está de moda dar prioridad a la belleza, pero para nosotros es clave, algo esencial “(entrevista en El País. 25.02.2016)
- » La arquitectura que nos gusta es siempre arquitectura total, integral, obras en las que los diseñadores lo hacen todo» (entrevista en El País. 25.02.2016)
Para los devotos de esa estética del control total, la elección de un interruptor o una luminaria “inapropiada” –puede descalabrar todo el diseño y, si les dejasen, se ofrecerían gustosamente a diseñar hasta las zapatillas que el cliente necesita para no desentonar, como aquel arquitecto “Jugendstil” caricaturizado por Adolf Loos en la perenne sátira “De un pobre hombre rico”
Concordo totalmente, eu non sabería expresar mellor o que penso desa arquitectura
Para rematar toda buena arquitectura no es mala idea seguir el axioma «De la cuchara a la ciudad». Y es verdad que el aldeanismo como contraposición a la globalización no funciona, mejor aquello que más o menos decía Unamuno: «De lo local a lo universal». En cualquier caso enhorabuena al estudio olotense, a mi parecer son muy buenos
Muy interesante y muy interesantes los enlaces
@Luis
Tienen un talento formal innegable pero, curiosamente, las obras que más me gustan de ellos son aquellas en las que trabajan el vacío y se vuelven casi invisibles (la pista de atletismo en el bosque y la plaza cubierta). Los edificios, como intento explicar en el texto, los prefiero más relajados.
Muchas gracias, Pablo y Macarena. Me alegra que os haya gustado la nota
Comparto lo de la desocupación de los espacios, pero me gustan mucho también las aplicaciones casi de diseño gráfico en las Bodegas Bell-LLoc y de las líneas curvas que se ven arriba en el plano cenital de la pista de atletismo. Pero sobre todo la liviandad de la marquesina de Les Colls es de lo mejor… en fin, creo que el premio está muy bien adjudicado.