Walmer Yard

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Veíamos hace unos días una excelente explicación de Lewis Mumford del proceso orgánico de construcción de una ciudad, en el que no se parte de una idea a priori, sino que es la secuencia de pequeñas decisiones la que determina el resultado final y el tiempo parece ser el factor clave. Es lo que Quim Español en su “El Órden frágil de la aquitectura” llamó “las ciudades lentas”.

  • ¿Es posible crear arquitectura orgánica de una tacada, saltándose el lento proceso de agregación que la caracteriza?
  •  ¿Esa excelente arquitectura del siglo XX ejemplificada por la obra de Scharoun o Aalto que normalmente se etiqueta como “orgánica” lo es realmente?
  • ¿Por qué tendemos a asociar lo orgánico a lo curvo y lo irregular cuando tantas medinas y cascos históricos surgen de la agregación de formas cúbicas elementales?

Estas y otras preguntas me rondan desde que vi hace unas semanas un fascinante proyecto de Peter Slater para cuatro casas unifamiliares adosadas en Londres que me provoca sentimientos encontrados de admiración e inquietud: unos preciosos dibujos a mano, una geometría endiablada, espacios ambiguos, un orden complejo, construcción artesanal, un cariño evidente por el detalle… para resolver un programa relativamente sencillo y convencional. Sería muy interesante comprobar si una geometría más regular permitiría encajar todo el programa o si, como intuyo, es precisamente la sofisticada sucesión de pliegues, requiebros, contracciones y expansiones, patios abiertos y cerrados, lo que hace posible que cuatro casas convivan en un espacio tan pequeño con condiciones adecuadas de habitabilidad y privacidad.

 

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Pese a su manierismo y sus excesos, se trata de un conjunto muy sugerente porque parece ajeno al mundo de esa arquitectura actual que se proyecta con calculadora y no con lápiz y papel de calco. Un promotor ilustrado, siete años de diseño, seis de construcción (¡y más de cinco millones de libras por casa!) son datos que indican que se trata de un proyecto excepcional y no generalizable.

Me parece admirable que este maduro arquitecto sin obra haya conseguido finalmente construir en su ciudad según sus propias reglas y tiempos, sin límites presupuestarios, y reciba premios por ello pero, aunque por momentos evoque los espacios laberínticos de los barrios populares de una “ciudad lenta”, me entristece pensar que esta arquitectura refinada y compleja ya sólo sea posible como capricho para los más privilegiados.

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