Laurie Baker

baker2
Como saben los que siguen habitualmente el blog, últimamente me interesan mucho los «arquitectos descalzos»: esos profesionales -como Hagerman o Van Lengen– que prefieren trabajar in-situ con la gente (y con sus propias manos) que en el tablero de dibujo, que intentan respetar al máximo el terreno y vegetación existentes, que celebran la individualidad del ser humano y su derecho a tener una vivienda adaptada a sus necesidades concretas, que luchan contra el despilfarro económico, energético o material, que aprovechan los recursos próximos y plantean edificios de muy baja tecnología que casi cualquier persona puede llegar a construir y que se preocupan por recuperar el modo intemporal de construir y aquellas lecciones que podemos aprender de la arquitectura tradicional.

Hace algunos días veíamos cómo Hassan Fathy luchó (y fracasó) en su intento por establecer una nueva arquitectura vernácula para Egipto ya que sus propuestas no fueron aceptadas por la gente humilde para la que estaban pensadas (tanto por el uso de bóvedas que hasta entonces se asociaban a la arquitectura funeraria, como por el empecinamiento de los usuarios para los que proyectaba en tener casas lo más parecidas posible a las de los ricos de su pueblo); y ahora se le ve como un arquitecto de talento pero con una mirada nostálgica que le impedía proponer lo que realmente necesitaban sus paisanos más desfavorecidos y que le llevó a un callejón estilístico sin salida.

the-hamlet-4
The Hamlet. La casa del arquitecto

Laurie Baker, en cambio, consiguió desarrollar una arquitectura vernácula contemporánea para Kerala, la región tropical húmeda del sur de la India donde vivió la última parte de su vida. Allí construyó más de mil casas unifamiliares -todas diferentes y adaptadas al presupuesto y necesidades de cada cliente- varias iglesias, un pueblo de pescadores, un centro de computación, cafés, hospitales y casi cualquier tipología que se pueda imaginar. Pese al escepticismo y hostilidad con que se encontró inicialmente, su manera de hacer se ha extendido por toda la región ya que su bajísimo costo permite a mucha gente que no puede tener una casa convencional construirse una vivienda fresca y cómoda.

Su biografía es digna de una película (que, de hecho, ya se ha filmado pero todavía no he podido ver). Nacido en Inglaterra en 1917 en una estricta familia metodista, se graduó en arquitectura en 1938, fue objetor de conciencia y pasó la segunda guerra mundial en China como voluntario en hospitales de atención a leprosos como parte de la iniciativa «Friends Ambulance Unit» de los cuáqueros a los que se había acercado tras distanciarse de la iglesia de sus padres.

En 1943, tras cuatro años en China, le ordenaron regresar a Inglaterra pero por el camino, se detuvo en Bombay. Allí  se encontró con Mahatma Gandhi y el flechazo fue instantáneo. Gandhi se interesó por aquel modesto arquitecto inglés que en lugar de zapatos llevaba -a la manera china- unos trapos envolviendo sus pies, y Baker.a su vez, quedó profundamente impresionado por el pensamiento de Gandhi y, muy especialmente, por su idea de que la esencia de la India estaba en sus aldeas y de que los materiales de construcción deberían estar cómo muy lejos a 5  kilómetros de la obra.

Regresó a Inglaterra pero no podía olvidar la India y en cuanto surgió la oportunidad de unirse como misionero a la organización  «The Mision to Lepers» para el cuidado de leprosos que buscaba arquitectos e ingenieros para construir centros de acogida en aquel país, no lo dudó y partió hacia Faizabad (Uttar Pradesh) para ayudar en su labor humanitaria al Dr. Chandy y a su hermana Elizabeth -también doctora- de la que en seguida se enamoró perdidamente.

La pareja se casó -pese a la feroz oposición de ambas familias por la diferencia racial- y al poco tiempo se alejó a pie hacia el Himalaya  donde pasaron los siguientes 16 años, ella como la única médico del pueblo de  Pithoragarh  y él como su ayudante y hombre-para-todo. Allí  empezó a fijarse en la arquitectura vernácula del lugar y construyó su primera casa de piedra y bambú, así como algunas pequeñas escuelas y hospitales.

En 1962 estalló la guerra Indo-China y la pareja, sus tres hijos y  la octogenaria madre de Laurie -que por entonces vivía con ellos- tuvieron que emigrar a un lugar más seguro con su cargamento de material médico pero sin apenas dinero -ya que malvendieron sus propiedades debido a la inocencia de Baker-. Eligieron Kerala -la zona tropical más austral de la India de donde provenía la familia de Elizabeth- y allí vivieron felizmente hasta el final de sus días. Evidentemente, la arquitectura -a base de hoja de palma y laterita- era allí muy diferente de la que habían conocido en el Himalaya y Baker empezó a estudiarla y aplicarla en sus primeros proyectos (empezando con su propia casa y las dependencias para los pacientes de Elizabeth que daban sustento a la familia).

A partir de ahí, empezó una enorme serie de pequeñas construcciones en las que fue desarrollando su idea de una arquitectura digna y adaptada al lugar que cualquiera pudiese permitirse (era capaz de hacer casas por 2500 rupias). Apenas hacía planos. Prefería proyectar directamente en el lugar, apoyándose cuando era necesario en sus grandes dotes para el dibujo. Así, sus edificios conseguían esquivar o integrar cualquier árbol o accidente topográfico y desde el momento mismo de su finalización parecían haber crecido allí. Ante la imposibilidad de compatibilizar su sistema con la forma de trabajo habitual en la que se pagaba cuando se terminaba el trabajo (lo que sólo podían asumir los constructores de cierta envergadura), tuvo que formar a un pequeño equipo de obreros y artesanos que le acompañaron a lo largo de su carrera y a los que pagaba día a día en consideración a su precariedad económica.

baker

Su material favorito era el ladrillo, con el que construía magníficas y variadísimas celosías (jalis) que le permitían garantizar una ventilación constante y ahorrarse las ventanas, pero en sus últimos años, incluso este material empezó a parecerle poco sostenible por la cantidad de madera necesaria para cocerlos y empezó a trabajar con barro secado al sol. Siempre utilizaba el mínimo material posible y, con frecuencia, para evitar hacer muros gruesos, les daba rigidez con trazados ondulados que le permitían construirlos de tan solo medio pie.

No tenía apriorismos formales y las plantas de sus casas son increíblemente variadas. Hay casas-torre, casas que se basan en el círculo (para optimizar la relación fachada-superficie interior), sencillas casas patio y algunas otras que – con sus formas orgánicas y sus plantas libérrimas- parecen salidas de la cabeza de mi querido Hans Scharoun. Cuando podía, reciclaba lo que tenía a mano: ventanas y puertas o viejas columnas labradas sacadas del basurero, tejas desechadas para aligerar sus forjados y hasta un antiguo pórtico de una construcción religiosa que reutilizó para marcar el acceso a unos curiosos estudios de cine.

open-amphitheater-3

Baker demostró que su método no estaba pensado únicamente para viviendas económicas sino que también era aplicable en edificios sofisticados como el centro de computación que resolvió con una elegante doble piel en la que celosía exterior evitaba el uso de aire acondicionado y la fachada interior contaba con las ventanas y elementos necesarios para garantizar el óptimo funcionamiento de los equipos.

Nunca firmó un contrato porque confiaba en que la gente fuese tan honrada como él. Tuvo que lidiar con clientes poco comprensivos -como esos jesuitas para los que construyó una capilla y auditorio que siempre desearon revestir-, con nuevos ricos que demostraban su incomprensión de su arquitectura al pedir una casa Baker «costase lo que costase» y con otros que le engañaban con el presupuesto del que disponían por temor a que éste se disparase y, una vez terminada la casa por la exigua cantidad pactada, invertían el dinero sobrante en «completarla» y «adecentarla». Pero, en general, la mayor parte de sus clientes entendían y se identificaban con sus principios y muchos de ellos acabaron siendo buenos amigos de la familia.

Por coherencia con su compromiso social, siempre intentó colaborar con las autoridades para mostrarles el modo de conseguir solucionar el grave déficit de viviendas sociales que padece la India evitando el despilfarro que suponía copiar a-críticamente los modelos europeos (aunque la relación empezó con un encontronazo – porque los políticos consideraron que el primer prototipo de vivienda que les presentó pese a costar mucho menos de lo previsto era «demasiado bueno para los pobres») .

Otra faceta muy interesante de su trabajo son los panfletos que fue editando a lo largo de su vida para divulgar sus ideas. Son documentos con los que a partir de sus magníficos dibujos y los breves textos que los acompañan consiguen explicar sus técnicas para ahorrar en la construcción, cómo construir con barro, como gestionar los residuos u ofrecen un catálogo de plantas que cualquiera que desee construir su casa pueda tomar como punto de partida. Todos ellos pueden descargarse gratuitamente en su página web.

Según cuentan los que lo conocieron, otro aspecto digno de destacarse es la absoluta coherencia entre sus vida y su obra; entre su religiosidad y austeridad cuáqueras y su vida dedicada a proporcionar cobijo a los más pobres. Su estudio era un rinconcito de su dormitorio y un bolso con una pizarra en la que explicaba a sus obreros y artesanos lo que quería. Él mismo participaba en la construcción, colocando las primeras hileras que servían de guía para el trabajo posterior  y sus honorarios en las visitas a obra eran los mismos que los de los obreros. Tras construir centenares de edificios (cerca de dos mil, según se estima), seguía poseyendo únicamente la casa familiar -construida según los mismos parámetros que las que diseño para la gente más humilde y vivía con gran sencillez. Trabajó con pasión prácticamente hasta su muerte en 2007 a los 90 años de edad.

6030570880_4226eb20dd_b
Capilla (y auditorio) de San Ignacio de Loyola

Lo que más me ha interesado del personaje es, como indicaba al principio del texto, su capacidad para crear un lenguaje vernáculo contemporáneo muy económico (en coste y recursos) que recoge toda la sabiduría tradicional pero consigue actualizarla y hacerla viable y competitiva. De hecho, sus paisanos imitan ahora sus soluciones, y hay un centro con varias sedes dedicado a continuar su obra (El COSTFORD o «Centre of Science and Technology for Rural Development») .

Ojalá pudiésemos encontrar los sistemas equivalentes al desarrollado por Baker para la región tropical húmeda del sur de la India para otros climas en los que la arquitectura vernácula se ha convertido en un insalubre e insostenible mar de galpones de bloque de hormigón y chapa ondulada de plástico o metal que ignora el clima y las sutilezas del lugar; y ojalá su alternativa a la vivienda económica masiva triunfase frente a las deprimentes promociones de unidades idénticas con las que la mayoría de gobiernos responden al problema de la vivienda social.

Si miramos algunas de sus obras con los prejuicios inculcados por la arquitectura de revista con la que hemos crecido, es probable que las encontremos toscas y poco refinadas, pero si las estudiamos un poco más detenidamente (a falta de poder visitarlas y vivir en ellas una temporada) descubriremos una naturalidad y una riqueza de texturas, matices lumínicos, soluciones y sensaciones fuera del alcance de nuestras carísimas y relamidas arquitecturas retinianas.

Nota:

viewthumnailimagedynamic_book

La mayor parte de la información de este texto sale del excelente libro «Laurie Baker» de Gautham Bhatia (Penguin Books India, 2000) que consigue dar una imagen bastante completa del personaje, su vida y su obra. Es un libro de bolsillo con gran cantidad de dibujos y fotografías (desgraciadamente en blanco y negro y de poca calidad) que repasa su trayectoria y analiza cuarenta de sus obras más relevantes. También contiene un apéndice con los escasos pero interesantes textos que Laurie escribió a  lo largo de su vida profesional.

A los interesados en profundizar en su obra, les recomiendo visitar, además de su página web, los siguientes enlaces:

other-side-cover

Para tener una visión más personal y completa de esta pareja y su vida merece la pena el libro «The Other Side of Laurie Baker» que le dedicó su esposa Elizabeth. Pueden consultarlo aquí.

9 comentarios en “Laurie Baker

  1. Magnífica introduçon á arquitectura da modéstia em tempos de desmesura. E aos arquitectos que amárom a argila e a vida comum.
    A portada do livro de Laurie Baker (que interpreto como autoparódia de ele mesmo) é umha liçom de ironia e modéstia. Assi som os artesanos anónimos.

  2. Adorei, coma sempre, Iago. Iremos em fevreiro 10 días a Kerala, pena que Poonthura, a vila de pescadores, fique longe do nosso itinerario, encantaría-me visita-la. Vou curiosear pela sua página web.

  3. ¡Qeu sorte, Bernal! Eu intentaría ver o «Centre fo Development Studies» que é un complexo de edificios que inclue o centro de computación do que falo no texto.
    Xa contarás…

  4. !Muy bueno Iago¡. !Gran descubrimiento¡.
    !Gracias¡, !no descuides el blog¡.

    y sí, como termina su esposa Elizabeth en el libro que le dedica…hay mucho trabajo pendiente para que el sueño de Laurie Baker se aproxime a la realidad.
    Unha aperta.

  5. Gracias, Anxo. Por lo menos hay pioneros que nos indican posibles caminos.Lo más dificil es ver cómo se pueden adaptar sus enseñanzas a otras realidades…
    Apertas!

Deja un comentario